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La Manzanilla y el fino.    Santiago Gallego Esta dirección electrónica esta protegida contra spam bots. Necesita activar JavaScript para visualizarla

Contemplo con estupor la aparición de un debate sobre la posibilidad de producir fino en Sanlúcar. Por Dios, con lo que costó hace poco tiempo asentar el derecho de que la manzanilla solamente se puede producir en esta ciudad.

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Indagando sobre tan peregrina idea, me cuentan que ello responde a la estrategia exportadora de alguna bodega. Parece que cierta bodega sanluqueña, productora de magníficos vinos con denominación, tiene la estrategia de exportar a países europeos a través de grandes superficies que le requieren un conjunto de productos que incluya el fino. Como no lo produce, lo tiene que comprar en Jerez, y como vende los vinos a un precio despreciado se queda sin margen.
Y uno empieza a entender la razón de desear producir fino en Sanlúcar. Claro que también puede uno, de camino, juzgar la estrategia. O sea, que se pone en riesgo la exclusividad de la producción de la manzanilla (no duden ustedes que los lebrijanos se están frotando las manos) para intentar entrar en un mercado maduro, con consumos de vino por habitante decrecientes, con una demografía avejentada, donde es preciso vender con marca blanca y donde los márgenes son céntimos. ¡Caramba!
Parece que una bodega del Marco debería intentar entrar en mercados en crecimiento, con márgenes más altos y donde no exista ese peaje tan inútil a largo plazo, ¿no?. Supongo que todas las bodegas saben cuánto ha crecido el consumo de vino por habitante en los EEUU. O el ritmo de crecimiento en países como China o India. ¿Y eligen entrar en un mercado como el europeo? Claro que es más fácil; se pone uno en manos de una gran distribuidora, reduce los precios al mínimo y a ganar céntimos este año sin preocuparse del futuro. ¡Ay Quevedo! Ayer se fue; mañana no ha llegado; hoy se está yendo sin parar un punto: soy un fue, y un será, y un es cansado. En cualquier caso, toda empresa tiene el derecho fundamental a equivocarse.
Pero hay algo más. Hay un derecho patrimonial en juego que hay que respetar. Se podría argumentar que la manzanilla es un patrimonio de la ciudad de Sanlúcar que es administrado por las bodegas que producen el vino. Es con base en ese derecho que la ciudad, tanto su sociedad civil, como sus instituciones han defendido hace poco que ninguna otra ciudad puede producir manzanilla. No estaban defendiendo a unas empresas, ni a sus accionistas; estaban defendiendo su propiedad.
Ya sabemos que, económicamente, las bodegas no producen tanto valor económico como otro tipo de empresas. Pero la manzanilla tiene un enorme valor intangible como identificación de la ciudad. ¿Cuánto valdría en un hipotético balance de la ciudad la marca manzanilla?
Eso sí que es un derecho patrimonial a proteger y que trasciende no solamente a los actuales accionistas de las bodegas, sino a las mismas empresas. Y es con base en ese derecho patrimonial que debe quedar claro que no se puede producir fino en Sanlúcar, pues ello debilitaría la exclusividad en la producción de la manzanilla, disminuyendo un valor patrimonial que pertenece a la ciudad y no a las bodegas.
Si es discutible la bondad de una buena estrategia empresarial que busque producir fino en Sanlúcar, no lo es el daño que ello hace al patrimonio de una ciudad que, pobrecita, ha destruido tanto.
Independientemente de la normativa actual o futura y de lo que puedan hacer las instancias pertinentes, las federaciones empresariales, el Consejo Regulador, etcétera, es necesario que se movilice la sociedad sanluqueña. Los mismos que empujaron y defendieron que la manzanilla solamente se produjera en Sanlúcar, las mismas instituciones que se unieron contra la manzanilla de Lebrija, las asociaciones empresariales y de comerciantes y la Corporación municipal al frente, deben dejar claro a las bodegas que están arriesgando una exclusividad que tiene valor no solamente para ellas, sino para la ciudad entera