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¿Qué es un desahucio profesor?
 
 
 
 
 
 
 
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15 de Abril de 2013
Felipe González y los niños
Luis Enrique Ibáñez.-Felipe González ha declarado: "¿Por qué un niño tiene que aguantar presión en la puerta de su casa", "Los  escraches no son la mejor importación que hemos hecho desde Argentina." 
Bien, señor González, voy a contarle algo.Soy profesor de Lengua y Literatura y trabajo en un instituto de Enseñanza Secundaria ubicado en la parte más pobre de una ciudad andaluza. Una gran parte de los alumnos de mi instituto tienen a sus padres en situación de paro... y con los extraordinarios subsidios agotados... había que "animarles a la búsqueda activa de empleo", claro, según palabras de su colega, don Mariano Rajoy.

Hace un par de semanas estaba yo dando clase a un grupo de alumnos cuyas edades oscilan entre los 11 y los 13 años. Decidíamos entre todos, ya sabe, estamos en este sistema educativo tan democrático, tolerante y transversal, un tema sobre el cual ellos iban redactar una composición, ya sabe, el fomento de la expresión escrita, del espíritu crítico, en nuestros alumnos, muchos de los cuales habían llegado al instituto sin desayunar. 

Eso hacíamos, cuando, de repente, un alumno, muy en voz alta, me preguntó: "¿Qué es un desahucio?

Conté hasta diez, porque no quería lanzarles, pobres, en forma de palabras, toda la ira que esa maldita palabra produce en mí. Y así, ¡qué tonto fui!, les regalé una definición de "desahucio" fría, objetiva, neutra, como de diccionario.

Pero no pude terminar aquella estúpida definición, ocultadora de la realidad. Una alumna, la alta, la morena, la que siempre porta una limpia mirada, medio escondida tras sus gafas de pasta, rompió a llorar amargamente y, de forma brusca, tropezando con sillas y mesas, huyó de la clase.

En esos segundos yo comprendí lo que es sentirse la persona más imbécil del mundo.

Salí al pasillo, y allí estaba ella, sentada en el suelo, sin parar de llorar. Logré que se calmara algo, y los dos nos sentamos en un banco. Me contó que en tres días, ella y sus padres iban a ser expulsados de su casa. ¡Y yo explicando qué es un desahucio! También me dijo que había visto en la tele imágenes de de desalojos violentos, desahucios en los que la policía sacaba a rastras, a golpes, a personas de sus hogares, mientras en la calle muchas personas ("¿quiénes eran?", me preguntaba) intentaban impedir que la policía entrara en las casas.

Mi alumna llevaba varias semanas con terribles pesadillas, y el miedo habitaba feliz, como en su casa, en el interior de su alma. 

El miedo, sí, el miedo de verdad.

Señor González, decenas de miles de niños españoles llevan dos, tres, cuatro años, sufriendo, día tras día, ese terrible miedo que inutiliza su vida, y elimina la sonrisa de sus rostros. Una sonrisa que  debería ir, siempre, pegada a sus vidas.

Señor González, tal vez, si usted llevara dos, tres, cuatro años, denunciando las tragedias que están viviendo esas decenas de miles de niños españoles, criticando la ley hipotecaria, exigiendo medidas urgentes para ayudar a todos esos ciudadanos españoles, tal vez, digo, sus palabras serían algo menos culpables.

Pero no, señor González, sus palabras son absolutamente culpables.

Y es más, curiosamente, esas declaraciones que usted ha realizado, son altamente pedagógicas, didácticas. 

Sirven, señor González, para explicar, a la perfección, la distancia infinita que se ha establecido entre una enorme parte de esa insensible casta política, por un lado, y la ciudadanía, el pueblo, por otro. Al depositar su mirada, hipócrita, en uno de los potenciales miedos, olvidando, despreciando,  todos esos miedos reales, vividos de verdad, todas esas pesadillas, verdaderos descensos al infierno del insomnio total, usted ha dejado muy clarito en qué lado del río está situado. 

Usted, señor González, me ha recordado a la Iglesia Católica, cuando no se cansa de defender el derecho a la vida de los no nacidos, mientras olvida, desprecia, la vida de esos menores que mueren en el Tercer Mundo, uno cada cinco segundos... esas vidas lejanas no son defendidas con la misma insistencia, ¿por qué?

También me he acordado de aquel ciudadano inglés que, en tiempos de Margaret Thatcher, cuando un hijo de ésta se perdió en el París-Dakar, afirmó que sentía más pena por el hijo de la Dama de Hierro, que por esos mineros ingleses que, en huelga de hambre, estaban a punto de morir.

Usted vive en la orilla de los afortunados, de los que defienden y sirven a los grandes Amos.

Y a ellos se debe, y a ellos defiende. 

Usted, señor González,  ha hecho aún más evidente la existencia de un río que separa las dos orillas. La cada vez más inevitable partición en dos de la sociedad española: Los de Arriba, y Los de Abajo.

No hace falta explicar a qué grupo pertenece usted, señor González.
 
Usted que, además de seguir cobrando su sueldo como expresidente de gobierno, ha fichado por una empresa multinacional como Gas Natural. Supongo que su trabajo ahí no consiste en ponerse el mono y hacer instalaciones. Si acaso, algún telefonazo, de vez en cuando, a algún ministro, o presidente hispanoamericano, para favorecer algún contrato de esa maravillosa empresa (es casi una ONG, ¿no?).

Señor González, ¿por qué no va, sé que le dará un poco de repelús, a alguno de esos hogares cuyos dueños van a ser desahuciados, y charla un rato con los menores de edad? Hágalo ahora, ahora que la ILP sobre la Ley Hipotecaria, avalada por un millón y medio de firmas,  va a ser destrozada en el Congreso, ese que usted tanto defiende... también. Según numerosas encuestas, la mayoría de la población española está a favor de esa ILP. Pero la mayoría de los políticos del Congreso está a favor de los bancos.

Sí, hágalo, vaya a esas casas, y entenderá lo que es el miedo... y la rabia. 

Y después, señor González, cállese.

Por último, señor González, deje a los argentinos. Los escraches no vienen de allí. 

Vienen de los pozos profundos de la impotencia, de la negación de la palabra, de la desesperación absoluta.
 
 
 
 

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