El gobierno italiano de Berlusconi sigue dando pasos de gigantes para rememorar el “brillante” pasado fascista, que con “unos miles de muertos” quiso sentarse junto a Alemania el día del armisticio y negociaciones de paz  después de la hipotética victoria contra los aliados.

Políticos neofascistas de MSI (Movimiento Social Italiano) como Fini ocupan cargos de ministros, en un marco de leyes electorales y pactos entre partidos, que ni el mismo Maquiavelo fuera capaz de diseñar o ejecutar. 
Ellos también,  -sí también ellos- se han olvidado de sus miles de emigrantes que despoblaron Italia para buscar una vida mejor en Alemania, Francia, Suiza, Bélgica o la lejana Argentina.

Así que como el hambre aprieta, la desnutrida África ha puesto sus ojitos en el continente más cercano y próspero, a costa, entre otras cosas, de la explotación de sus recursos naturales y la imposibilidad de enraizarse la democracia con gobiernos déspotas impuestos durante décadas por los países de influencia política en la zona, principalmente antiguas metrópolis. 

Italia ha declarado el estado de emergencia en todo el país, mostrando su lado más oscuro y dando vía libre al neofascismo para proseguir en este incipiente pero firme limbo de libertades, al que quieren someter a todo el que venga más allá de sus fronteras extracomunitarias; y aunque el problema existe tanto en Italia como en España, deberían ser las políticas comunitarias desde Bruselas las que intenten solucionar esta situación, mas acusada en estos tiempos de crisis económicas, sin menoscabo de la  soberanía nacional a la que algunos pudieran agarrarse para impedirlo.

Las políticas aisladas de un problema global están condenadas a fracasar por la suma de esfuerzos descoordinados, pero sobre todo por el escaso empuje inversor de los países más desarrollados en las economías de estas naciones mas necesitadas.

Con este panorama, Europa será incapaz de ponerles puertas al campo (la mar) y su futuro será mestizo con toda seguridad.

A ciencia cierta sería una afirmación muy presuntuosa, de quien sólo intenta aplicar la lógica y el sentido común a un problema que sólo acaba de empezar y por lo tanto difícil de vislumbrar su fin.   

En Italia – los políticos – han dejado de lado el “menefreguismo” (a mi que me importa) en el vestir y cada vez más se apuntan a la moda de las  camisas negras.

La marcha a Roma no será necesaria. Ya están en el poder y, al final, a la Historia no le servirá: “Pobrecitos.Yo no lo sabia”. Eso es lo que tiene cuando se mira para otro lado.