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Cementerio de los libros olvidados
 
 
 
 
 
 
 
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27 de Agosto de 2008

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 “Otros al igual que Rompetechos no veían más allá de sus narices”

José Luis Zarazaga Pérez.-Dicen que dentro de lo que se conoce como memoria selectiva el ser humano tiende a olvidar los aspectos negativos de sus recuerdos y centrarse en lo que se considera como positivo.
La memoria a veces nos juega malas pasadas, es como un disco duro, donde los recuerdos se almacenan, digamos que es el Cementerio de los Libros Olvidados, pero que espera pacientemente que algún suceso actue como motor de búsqueda y nos haga evocar esos recuerdos que permanecen en el más obvio de los abandonos.

El pasado sábado, en la Plaza de España, disfrutando tranquilamente de uno de los mayores placeres que uno se puede tomar en este mundo, precisamente un café sin prisas, observaba detenidamente el monumento a Pedro de Valdivia. Se me vino a la mente la siguiente idea: “cualquier tiempo pasado no fue mejor”. Inmediatamente atrajo mi atención la conversación que un chaval mantenía con sus padres en la mesa de al lado: “estoy deseando volver al colegio, ya que aprendo y lo paso muy bien”.

¿Curiosa frase, no?. El disco duro se activó de inmediato y me retrotrajo a mi época de colegial en los años  70.

Por suerte o por desgracia, me tocó vivir la época de aprobación de la Ley General de Educación de Villar Palasí. El maestro aún se nos presentaba como un socializador de los niños en los principios que inspiraban el régimen franquista. Junto a la iglesia, la escuela y dichos maestros como principales agentes, se conformó un aparato doctrinario que se servia de los cantos, de los rezos, de los símbolos, de las celebraciones, y de otros rituales escolares que tenían como objetivo, además de evidenciar la estética y el discurso franquista, la humillación y el sometimiento de las posibles voces y conciencias discordantes.

Ciertamente, con la edad que me cogió el asunto poco podría importarme que me obligaran en el antiguo Laboral a finales de los sesenta, a cantar el Cara al Sol, o a recitar el Credo y el Yo Pecador, lo siento pero nunca me aprendí la letra.

Recordemos también como tras la llegada al Princesa Sofía, se nos reunía en filas y utilizando un sistema de socialización parecido al de los americanos con su bandera, se nos obligaba a formar en orden militar y rezar el Padre Nuestro y el Ave Maria, siendo cada día un alumno el elegido, digámoslo así, para llevar la voz cantante.

La nueva ley estaba llegando con aires de cambio, pero como era de esperar, la opinión pública no participó en su elaboración. Solo intervinieron organismos como el Consejo Nacional del Movimiento, el Sindicato Vertical, el Instituto de Estudios Políticos, la Comisión Episcopal de Enseñanza, las asociaciones de profesores, etc.. Cierto que nos dejó un legado como pudo ser la Educación General Básica, además con carácter gratuito.

Algunos Centros Educativos, ejemplificados en el actual I.E.S Francisco Pacheco, se convirtieron en hervidero de inquietudes e iniciativas, sus maestros empezaban a reunirse en las escuelas para compartir experiencia pedagógicas, para tratar de animarse, para denunciar las carencias de sus centros, de su material, de su formación y un largo etc.

Pero otros al igual que Rompetechos no veían más allá de sus narices, esa ceguera seguía imperando en algunos Centros Educativos. Eran las clases del privilegio, donde se dividía a los alumnos según las preferencias del maestro, normalmente reservando sus mejores parabienes para los alumnos que procedían de las clases acomodadas.

 Allí se aprendía rápido que las castas no es sólo cosa de la India. Recordando aquellos tiempos, se siente uno ofendido por la actitud que mostraban estos maestros de librillo. Odiaban a parte de sus alumnos por ser lo que eran. Se les trataba como si no tuvieran derecho a ir a la escuela, se les aceptaba, porque no tenían otra elección, pero lo hacían con la menor indulgencia posible.

Llegados a este punto, lo normal es que todos nos hubiéramos unido como una piña, pero no, el desprecio, produce odio y como es natural siempre habría un desgraciado a quien se regañaba y atormentaba, con el beneplácito o la vista puesta en otro sitio del profesorado.

Anotemos la alta capacidad pedagógica de un profesor que reconocía abiertamente que confundía el portugués con el francés y que dividía la clase en tres niveles: Cielo, Paraíso e Infierno, y que disfrutaba viendo como los que recibían acomodo en el último lugar eran vilipendiados por sus compañeros. Esos mismos compañeros que se creían que alabando las gracias del maestro, alcanzarían el trono. Curiosamente y lo digo sin acritud, algunos acabaron victimas de su propia miseria moral. “la guadaña de la heroína”.

Alabado sea aquel que creyéndose superior tenía como mejor arma pedagógica su inestimable amiga La Filomena. Este elemento, por no decir otra cosa, tenía en sano juicio el pensar que el número con sangre entra, Un compañero ha escrito con gran acierto “la sangre solo produce heridas”. Su ilusión era al igual que los vampiros, buscar una víctima indefensa. Nos ponía en corro antes de salir y nos utilizaba como calculadora humana, si alguno fallaba, probaba la Filomena en todo su esplendor, no veáis lo bien que zurraba en la punta de los dedos.  Con perdón pedagogía educativa pura y dura.

Si continuo recordando, es que no acabaría nunca, pero no quiero olvidarme de aquel simpático profesor, vamos ese que se presentó  a concejal y no le votó ni la madre, es curioso tuvo menos éxito que Bienzoba. Los tirones que nos pegaba de las patillas eran lo más educativo del mundo, claro había que entender que como el pobre era calvo, pues no vean lo que le gustaba tirar de los pelos y sobretodo habría que alabar su obstinación para que los zurdos escribieran con la mano derecha. Volvemos a encontrar una moderna dosis de pedagogía.

Por suerte mi vida educativa siguió otros derroteros y entonces si que aprecié el cambio, aun recuerdo como tratando con otros antiguos alumnos, estos me contaban como dicho cambio tardó mucho más en llegar que a otros centros. Bien entrados en la Democracia por allí seguían pasando de largo los aires del cambio, cierto que tuvieron que jubilar a la Filomena, algún padre furioso se encargó de ello, pero cierto también que llegaron otros elementos de rancia estirpe, personas que no comprendieron que el tiempo pasa inexorable y que pegar coscorrones con el anillo de oro no constituye ninguna buena terapia educativa.

Quisiera terminar este humilde artículo, agradeciendo abiertamente las atenciones prestadas por dicho profesorado, no les puedo guardar rencor, en todo caso se trata solamente de sana ironía, simplemente los vuelvo a guardar en mi Cementerio de los Libros Olvidados. Gracias a que el tiempo ha pasado, las nuevas generaciones han cambiado y prueba de ello es que uno se alegra cuando escucha a un niño decir “quiero que empiece ya el colegio”.

Espero no haberles aburrido, se que me he extendido, pero solamente se es niño una vez en la vida, y aunque algunos Rompetechos no supieran verlo, merecíamos un poco más de aprecio.

 
 
 
 

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