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Investigación histórica
 
 
 
 
 
 
 
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17 de Septiembre de 2008

Imagen activaLa investigación histórica y el patrimonio.

Salvador Daza Palacios.-Allá por 1990 tuve noticia de un sangriento suceso ocurrido en nuestra ciudad en el siglo XVIII y que relataba con todo lujo de detalles el escritor sevillano José María Blanco White (1775-1841) en sus Cartas de España. Andaba yo por entonces enfrascado en la transcripción de los documentos antiguos de mi familia (testamentos, cartas, contratos, etc.) entre los que se incluían las escrituras de propiedad de la casa que siempre (desde que la memoria alcanzaba) había pertenecido a mi familia.

Blanco White explicaba el asesinato de una joven de buena familia a manos de un fraile carmelita descalzo del convento del Carmen situado en la calle San Juan: “Muchas veces he tenido ocasión de visitar la casa donde ella vivía, situada frente al convento”. Esta frase, para mí fue proverbial, pues a partir de ese momento se convirtió en una obsesión indagar en profundidad los detalles del asesinato, que tenía todos los ingredientes de un crimen pasional, pero, sobre todo, el averiguar hasta qué punto la casa en la que yo estaba leyendo ese relato conmovedor, esa casa cuyas escrituras de propiedad estaba transcribiendo, esa casa donde vi por primera vez la luz del sol, podría ser la misma en la que vivió la desgraciada víctima de este funesto suceso.

Embarcado en la empresa investigadora junto con mi eficaz compañera y colaboradora María Regla Prieto, el situar y definir la casa, mi casa, como el escenario real de los hechos sucedidos nos llevó a investigar papeles antiguos en los más diversos archivos de España. El motor interno de esa curiosidad era determinar con claridad si la familia Tassara, que así se llamaba, había vivido realmente en mi casa o no. Esta motivación venía dada, además, por unos extraños dibujos hechos por una mano carmelita, aparecidos en el interior de la vivienda, en una pared oculta, cuando mi madre hizo unas obras de reparación en la biblioteca.

La investigación tomó tal dimensión que nos llevó al Archivo Nacional de Madrid, donde pudimos encontrar, después de un gran esfuerzo, el proceso criminal que sufrió el fraile tras haber cometido el asesinato. Este proceso tenía tal importancia dentro de la Historia del Derecho que decidimos estudiarlo a fondo y gracias a eso se convirtió en un libro que publicó la Universidad de Sevilla, bajo el título Proceso criminal contra fray Pablo de San Benito en Sanlúcar de Barrameda (1774).

Este trabajo nos dio pie a seguir la senda de la investigación iniciada, definiendo el proyecto con el lema “Clérigos homicidas en el siglo XVIII”, que era una temática que no había sido estudiada por ningún autor moderno, desde la óptica de la evolución jurídica. Tampoco se conocían muchas de estas historias aberrantes que la Iglesia siempre había tratado de ocultar.

Con el tiempo, salió a la luz un nuevo libro que contenía la segunda parte de nuestra investigación. En esta ocasión se trataba de un asesinato alevoso y a sangre fría cometido por un fraile agustino de Sanlúcar en 1714, que se llevó por delante la vida del gobernador sanluqueño Jacinto Alonso Velarde.

El trabajo apareció en el año 2000, publicado también por la Universidad de Sevilla, con el título Proceso criminal contra fray Alonso Díaz (1714). Pero en esta ocasión el escenario real del sangriento suceso era una casa, conservada prácticamente igual que en aquella época, de la calle San Jorge, en la esquina frente al convento de Regina. Gracias a sus propietarios, Juan Ivison y Amelia Ruiz, pudimos realizar todas las comprobaciones oportunas en el interior del edificio, situando a los personajes en el momento de los hechos, realizando las mediciones al igual que las hicieron en su día los jueces y peritos de la época. Además, nos facilitaron las antiguas escrituras de la casa, con lo cual pudimos hacer un seguimiento perfecto de todas las familias y propietarios que la habían habitado.

De no haber sido porque estas dos casas aún estaban en pie en el momento de nuestra investigación y de no haber sido porque las dos familias habían conservado con todo cuidado sus documentos históricos de propiedad, esos dos libros de investigación dados a conocer por la Universidad de Sevilla jamás se hubieran publicado y, por tanto, seguiríamos ignorando una gran parte –importante y apasionante—de nuestra historia.

De aquí que consideremos fundamental, para poder reconstruir nuestra memoria colectiva, el que conservemos con el mayor cuidado y respeto nuestros edificios y casas solariegas, pues difícilmente podríamos conocer nuestro pasado sin la ayuda fundamental de estos edificios históricos que son testigos mudos de muchos acontecimientos olvidados y que merecen la pena conocerse, no sólo entre nosotros sino entre quienes comparten en el resto del mundo la curiosidad por la Historia. Que es, sin ninguna duda, lo que más enriquece a un pueblo.

 
 
 
 

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