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El Humor
 
 
 
 
 
 
 
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21 de Junio de 2015
"Si la monarquía, que no ha sido votada, es una imposición, también lo es la omnipresente Iglesia católica que se inmiscuye a todas horas en nuestra vida abusando de su influencia en el Estado."
Venas que humor a tanto fuego han dado. Lo aprendimos en Quevedo. El humor es líquido, por algo nos meamos de risa. Y tiene color, blanco o negro. Humores los hay buenos y malos, pero han triunfado los buenos. Como la suerte, que se sobreentiende que es buena. Si no andan buenos nuestros humores, líquidos que rigen y mandan en el cuerpo, no estamos para bromas. Y, junto al estar, el ser y el tener sentido del humor. La palabra sentido mezcla una emoción con un proceso fisiológico (los cinco sentidos), sin que falte el entendimiento o la razón: las cosas tienen (o no) sentido. Si el sentido de la vista, la visión, es algo muy concreto, el sentido de la vida ya se nos hace bastante más difícil saber lo que es. 

Y sin duda, de todas las acepciones de sentido, la más infalible es la que se da en geometría o en dinámica: cada una de las dos orientaciones opuestas de una misma dirección. No basta con tener sentido del humor; hay que ejercitarlo y puede que un chiste lo pillemos en sentido contrario. Y lo más gracioso es que todo se explique por el equilibro de líquidos en nuestro organismo. Por eso, para decir que alguien está de mal humor acudimos a la leche que mamó: está de mala leche, o a la sangre que decía Quevedo, pero en mala: tiene muy mala sangre. Humor que hace daño no es humor. La broma, unidad mínima del humor, es derecho del receptor, como el piropo. Y nunca con personas de rango inferior. El profesor, que no se meta con un alumno ni el marqués, con la criada. En cambio, una pareja que no sonría o no se ría junta es difícil que cuaje como pareja. Otra vez Quevedo. Hasta que dos se han peído [y reído, decimos nosotros] juntos, no se tiene por cierto su amancebamiento. Por justicia poética y social, los pequeños podemos ridi‑ [que viene de reír] ‑culizar a los grandes, instituciones o personas públicas que, por serlo, están expuestas al zarpazo del humorismo. Es lo que hizo la revista El Jueves el miércoles 18 de Julio de 2007. El presidente Zapatero había anunciado un cheque bebé de 2.500 euros por cada nacimiento o adopción.
 
En respuesta, El Jueves publicó en portada una viñeta del príncipe buscando el plus de natalidad con su chica en la cama. La Audiencia Nacional ordenó, a petición de la fiscalía, retirar la revista de los quioscos y prohibir su difusión por un delito de injurias a la Corona. No se sabe qué imagen ofendió más del príncipe, si la de follador o la de zángano, con ese bocadillo que le hacía decir: Esto va a ser lo más parecido a trabajar que he hecho en mi vida. Vayan a Injurias a la Corona, en la Wikipedia, es divertido. Sentido del humor tuvo que echarle el rey a la pitada que le dieron al himno en la final de Copa en el Camp Nou.
 
El público abuchea o silba lo que le parece, y aguantar la bronca es parte del oficio; otras veces aplauden. En 2004 Javier Krahe fue acusado de un delito contra los sentimientos religiosos por su participación en un vídeo con la receta para cocinar un Cristo crucificado. Finalmente fue absuelto considerando que el vídeo podía ser ofensivo, pero no un delito. Esa diferencia entre ofensa y delito es muy interesante. No podemos ofender a personas pero sí a instituciones que se meten en nuestra vida.
 
En el partido entre Barça y Athlétic, se veía venir la pitada. Ni dejaron jugar el partido en Madrid ni estaban por resolver la cuestión catalana. Con su pitada, la grada le decía a los símbolos de España: tú no me escuchas, yo no te escucho a ti. Si la monarquía, que no ha sido votada, es una imposición, también lo es la omnipresente Iglesia católica que se inmiscuye a todas horas en nuestra vida abusando de su influencia en el Estado. Si la Iglesia renunciara a su protagonismo (hasta la chorra encíclica de Francisco I quieren hacernos creer que es el no va plus de la ecología), la Iglesia se libraría de nuestras irreverencias. Sin la vida de Cristo no habría vida de Bryan. El argumento de que no se puede ofender la sensibilidad de los creyentes es absurdo. Sevilla y Betis tienen sus creyentes y qué diremos del pueblo de Lepe si a cada chiste de lepero pusiera una querella. Todos somos Charlie Hebdo, incluso quienes no compartan su sentido del humor. El humor, un día lo necesitamos blanco y otro, negro, pero el humor rojo, de reírnos de los grandes soberbios que nos tienen fastidiados, ese humor lo necesitamos como parte de nuestra escasa libertad de expresión. Y no nos vengan con Mahoma o Jesucristo. Si nos metemos con ellos, es porque ellos a través de sus fieles y portavoces nos tienen hasta los huevos o hasta los ovarios, su majestad es coja.
 
Daniel Lebrato
 
 
 
 

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