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26 de Junio de 2015
Ética y picodoro
Maestro Liendres**.-Cuando se observan las estadísticas sobre la valoración que hacen los ciudadanos acerca de las instituciones públicas y de las diferentes actividades de la vida social, desde hace ya mucho tiempo que  años  la política y los políticos ocupan el último lugar, con gran diferencia sobre cualquier otro puesto de la lista.
Es evidente que hay una gran separación entre la vida política y los ciudadanos. Podemos hacernos preguntas , el problema es que la política ha dejado de ser la responsabilidad de solucionar los problemas de los  ciudadanos sobre la base de la justicia, para convertirse en una empresa privada que busca favorecer a los propios y allegados y perjudicar a los que no lo son: su partido y sus intereses sustituyen a los intereses y necesidades  generales, los programas electorales a veces no se piensan y son electoralistas pues no se cumplen ni se exigen responsabilidades, (sic): la burocracia reemplaza a la buena administración, de estar al “servicio del ciudadano” se pasa a “servirse del ciudadano” y, para muchos, la política es una forma de prosperar y de llegar a ser “alguien”.

Dícese que Platón definía, que el político debería disponer y hacer uso de tres virtudes: templanza, fortaleza y  prudencia. Cuando se reúnen estas tres, se produce la Justicia.
Esta tiene un aspecto ético o no visible, como es la propia actitud personal del político. Por cuanto menos ético –moderado en sus necesidades y apetitos, firme de carácter y voluntarioso, y reflexivo y previsor- será más fácil de influir y de corromper.
El político actúa como si el estado fuese una sociedad anónima donde (sic): el contar con el respaldo de las urnas justifica todo: las urnas nos dan la confianza y esperanza de los electores, pero es el político, personalmente, el que ha de ser merecedor de dicha confianza; los votos no son justificante de ningún exceso ni injusticia.
Responde todo lo anterior, a la asociación de ideas que a uno se le produce cuando, oye o lee algo (en este caso: http://www.eticauniversal.net/2009/01/importancia-de-la-etica-en-la-politica.html), y le viene a la memoria retiniana, mental, o física, algún acaecimiento vivido o conocido.
En este caso, el hilo empezó a desmadejarse, cuando una persona, ávida de poder, con todas sus necesidades más que cubiertas, supongo también aburrida, le dio por la política como si de un entretenimiento se tratara. Fue fácil, junto a su casa, entrar en una organización política. Con su costumbre de tener lo que le apeteciese, pronto adquirió los votos de una de las familias, a cambio de que una vez en el poder, esta familia le sustituyese en la autoridad municipal. Alcanzada la alcaldía, el aburrimiento y la ambición de ella, hicieron dar un salto en la jerarquía del partido, aunque no tanto como sus sueños y prepotencia le hicieron creer.
Llegadas las siguientes municipales. A pesar de tener aplaudidores y aduladores suficientes, aparece como cuarta en la lista a dichas elecciones. Raro pero predictivo.
Ganadas las elecciones, a esta persona, no se le da ninguna competencia. Lógico, si se supone, que ella lo que quería es ser elegida para poder cumplir el trámite sine qua non, llegar a la artificiosa gubernatura provincial. Fin de la cita.
A mí personalmente, me parece de una falta de ética, la utilización de los votos ciudadanos, no para lo que se sufragaba, sino como tránsito hacia otro objetivo. El pueblo tiene palabras y adjetivos, mas explícitos y claros sobre ello.
Al día de hoy, con “ moralidades” como la expuesta, y otras a nivel nacional, que aún los propios partidos de los encausados tratan no ya de ocultar, sino de sacar redito, atribuyéndose la autoría de su destape, la política sin ética, es fiel reflejo de ese pacto tácito, del que no solo son protagonistas los partidos única aunque si mayoritariamente, sino también una sociedad que en demasiadas ocasiones,ha retribuido electoralmente a corruptos, populistas y demagogos que construían mayorías a partir de sentencias tan vacías como sus conciencias y que se desentiende de ello.
 
Separar la política de la ética es el camino de la tiranía.
Aristóteles, Ética, libro primero, I

 
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