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Competencia desleal y provocación
 
 
 
 
 
 
 
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17 de Agosto de 2015
Actitud chusca, chulesca y provocadora
Fernando Cabral.-La instalación de una barra a modo de chiringuito en la puerta de una parroquia del Barrio Alto el día 15, supuestamente a iniciativa del cura o párroco de la misma, que ha originado que un bar próximo a la iglesia decidiera cerrar sus puertas ese día a modo de protesta, por entender su propietario sufrir una competencia desleal, lejos de ser una anécdota veraniega constituye todo un ejemplo de la impunidad con que determinados sectores de la iglesia católica se comportan en nuestra ciudad al saberse apoyados, protegidos y hasta mimados por el gobierno local.
La cada vez mayor proliferación de chiringuitos que se abren en fechas que coinciden con eventos religiosos, supone ciertamente una competencia desleal para aquellos establecimientos hosteleros que esperan como agua de mayo estas fechas para hacer caja, y de esta manera cuadrar su difíciles cuentas por razones obvias: crisis y unos impuestos, entre ellos los municipales, que año tras año suben desmedidamente. La competencia desleal viene originada porque la mayoría de estas barras no disponen de los permisos municipales necesarios para esta clase de establecimientos, ni pagan los pertinentes impuestos, ni se dan de alta en la seguridad, etc., haciendo el equipo de gobierno la vista gorda al respecto.

En el caso que nos ocupa, es necesario conocer si el cura, cuyo nombre desconozco y prefiero seguir desconociendo, disponía de todos los permisos municipales para ello, así como si recogía todas las garantías sanitarias para un establecimiento de esa índole, ya que en él se servían tapas, bocadillos, etc. Es decir, como en esa barra se estaba realizando una actividad económica, alguien, el párroco o quien sea, debería estar dado de alta en el IAE en su epígrafe correspondiente y las personas que servían detrás de la barra deberían estar dados de alta en la seguridad social y disponer de los preceptivos carnés de manipulador de alimentos expedidos por la Junta de Andalucía, además de recoger los elementos mínimos de seguridad inspeccionados previamente por técnicos municipales, ya que al parecer había una barbacoa en el mismo. Toda esta información, debe ofrecerse a la opinión pública sanluqueña lo más pronto posible, y si no disponía de las pertinentes licencias municipales se debe actuar de inmediato depurando las responsabilidades administrativas necesarias y, llegado al caso, las políticas también, para evitar que crezca la sensación de que en Sanlúcar todo vale en ciertas fechas para determinados señores.
 
Por otra parte, la actitud chusca, chulesca y provocadora del cura o párroco, cuyo nombre prefiero seguir ignorando, de hacerse una foto delante del establecimiento que cerró sus puertas haciendo el signo de la victoria, vanagloriando no se sabe de qué, nada dice a favor de alguien que desde un púlpito debe pregonar los principios básicos de su fe religiosa, que supongo nada tendrán que ver con esta forma de comportarse.
 
Este señor debe saber que el propietario del bar que cerró sus puertas, paga a través de sus impuestos, queriendo y sin querer, el sueldo que él gana como cura o párroco y nada más que por ello se merece un respeto. No espero para nada que la actitud de este cura sea reprendida por sus superiores eclesiásticos, ya que en muchos casos, éstos han estado mirando para otro sitio cuando se perpetraban graves delitos en el seno de su congregación religiosa. Pero de los feligreses que acuden cotidianamente a esa parroquia para satisfacer sus necesidades espirituales, si espero que recriminen y censuren la actitud altanera y retadora del párroco de la iglesia de la O, de lo contrario serán cómplices y copartícipes de sus desmanes.
 
Esta "hazaña" del párroco no es nueva, ya que por las redes sociales se pueden seguir sus andanzas por la ciudad, haciendo siempre alarde de su talante chusco, chulesco y ciertamente provocador siempre rodeado de un coro de palmeros al mejor estilo talibán que le ríe las supuestas gracias al personaje, actitudes que para nada tienen que ver con la caridad, solidaridad y humildad que predica su fe religiosa.
 
 
 
 
 

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