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Escribo por no llorar
 
 
 
 
 
 
 
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04 de Octubre de 2008

Imagen activa¿Quién es, realmente, el gobernante del mundo?

Fco. Javier Franco.-A mí no me apetece que tres amables señoras pertrechadas con llamativos folletos ilustrados a todo color me pregunten en el paseo de La Calzada sin Ejército, muy cerquita de la Oficina Municipal de Turismo, que “quién es, realmente, el gobernante del mundo”. No sé, no me apetece. Prefiero que, despistadas como lo son tres amables señoras cuando están en territorio desconocido, me pregunten si cae cerca la Plaza de los Cisnes.

“¿Ven aquel tiovivo entre tantas mesas, sillas y lo que no son mesas y sillas? Pues ésa es la Plaza de los Cisnes”. “Ah, muchas gracias. ¿Y esa vaca?”.

Pero, claro, que me pregunten “quién es, realmente, el gobernante del mundo” es cómo preguntarme sin planos si queda muy lejos de allí la Puerta de Jerez. Y es que el ruego de una respuesta que no puede ser certera si no se utiliza un buen puñado de frases e impresiones (y a veces ni con éstas) obliga a pensar, y uno no quiere pensar cuando va andadito por La Calzada sin Ejército, tenga o no prisa.  

Los paseos por La Calzada no deberían tener importancia, no tendrían que admitir conversaciones tan espesas ni dar lugar a preguntas tan grandilocuentes. Porque, puestos a pensar, uno trataría de averiguar la estupenda razón por la que ese magnífico bulevar está empeñado en mantenerse testarudamente transitable a pesar de los años y los destrozos (en realidad, más destrozos que años: los conozco hasta vestidos de faralaes). Esto es una cosa (todos los ciudadanos de bien y de mal lo creen) y otra cosa es responder lo del gobernante de mundo, planteado, así, en singular. Estas situaciones se explican perfectamente por el bendito atrevimiento de los predicadores religiosos urbanos: cualquier otra clase de personas con las que puedes cruzarte por la calle no son capaces de abordar a alguien con tan trascendental cuestión. En todo caso, los abordados corren o echan mano de la excusa de la prisa, que para eso vivimos como vivimos.

Resumiendo, que les dije, efectivamente, que tenía prisa y huí despavorido con uno de esos bonitos folletos. Recuerdo que decía algo así como que el gobernante del mundo era el Diablo y compañía, o sea, los demonios. Por eso el mundo va como va de mal. Por eso Dios no es responsable de lo que está pasando, sino que, por el contrario, hace lo que puede contra Satanás para que no siga ejerciendo tanta influencia maléfica sobre nosotros, que debemos responder a Dios como se merece. En definitiva, un rollo bastante chungo. Pero chungo, chungo.

Un tema que uno se ahorra de leer si se deshace de esos coloridos papeles a la primera de cambio. A mí no me gusta tirarlos sin antes echarles un vistazo, por si hablan de algo que yo no sepa sobre el futuro del mundo y tal. Aunque me dé un poco de grima. No es broma, con estas cosas no se juega. Ahora bien, a mi me van a perdonar esas tres amables señoras pertrechadas con llamativos folletos ilustrados a todo color, y todos sus compañeros, pero a mí eso no me convence, aparte de que no me hace ninguna gracia.

Mi torpe concepción sobre los desastrosos derroteros de la Humanidad es más de andar por casa. Sé que lo que gobierna el mundo es todo un perverso entramado político-económico de gigantescas corporaciones internacionales públicas y privadas, grandes compañías multinacionales de cuyos nombres prefiero no acordarme, empresarios de nombres impronunciables, mandatarios públicos manejados por empresarios de nombres impronunciables que son responsables de las grandes compañías multinacionales de cuyos nombres prefiero no acordarme, fieles servidores de esos mandatarios públicos manejados por empresarios de nombres impronunciables que son responsables de las grandes compañías multinacionales de cuyos nombres sigo sin preferir acordarme…

Sé que la paz, la política, la economía, la salud, la solidaridad, la educación, el medio ambiente, el trabajo, el ocio, el negocio, la cultura, la comunicación mediática y, para concretar, todas nuestras cojonudas vidas colectivas e individuales están condicionadas, cuando no diseñadas, al servicio de unos intereses inconfesables que nos pueden explicar muy bien personajes más peligrosos que el mismísimo Diablo y sus demonios, sin cuernos, cola ni cartón.

En definitiva, otro tema bastante chungo. Pero chungo, chungo. Con la diferencia de que en este supuesto, en lugar de hablar de la sugerente necesidad de un ejercicio religioso de fidelidad trascendente por la salvación divina, se habla de la necesidad acuciante de un ejercicio cívico de libertad responsable por un futuro, digamos, menos malo para la Humanidad. Yo, dicho sea de paso, estoy canijísimo en la primera práctica por vocación y nada musculoso en la segunda por dejación. 

En fin, no es cuestión de soltar a unas amables señoras una parrafada tan infumable (aunque seguro que han oído cosas más escalofriantes). Lo mismo cualquier día, si me las encuentro por la calle, le echo ganas y les respondo. Sólo por hablar un rato, aunque sea en La Calzada. Pero quizá entonces a ellas no les apetezca.

 
 
 
 

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