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Cartas de una sombra
 
 
 
 
 
 
 
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30 de Marzo de 2018
Santificado sea nuestra Hipocresía
Dicen que murió por nosotros, fue él quien se sacrificó por nuestros pecados, y simplemente...
Las circunstancias de la vida personal de cada uno no son más que una extrapolación del padecimiento de Jesús en la Vía Dolorosa, aunque nosotros necesitaremos de una vida para ello, y una eternidad para comprender nuestra existencia. Sea ello por estar aún muy lejos de que las autoridades divinas nos permitan considerarnos dignos hijos de Dios, y menos aún hermanos de Mesías alguno.
Jugamos en esta mortal humanidad nuestra a creernos ser dignos de la Gracia Divina, si la misma existiera y al alcance nuestro se dispusiera. Por lo que me pregunto, ¿No fue el hombre quien crucificó al propio Mesías, a ese que ahora adoramos?; De alguna forma, ¿no fomentamos nuestra propia hipocresía?; ¿No vivimos ese espíritu fariseo que prendió, humilló, torturó al Hijo de Dios?, o bien todo sea –como dijera aquel- “producto de mi imaginación”.

Aún así, sumergido en mis mundanales cuestionamientos he tenido la oportunidad esta semana de poder contemplar lo que significa la Pasión, la Devoción, el Amor en el rostro de un amigo, la luminosidad en su rostro describía perfectamente lo que es CREER en DIOS. Esa fuerza que empuja el espíritu del hombre hacia un posible camino del Bien.

Dicen los estudiosos que Dios envío a su Hijo entre nosotros, fue la segunda prueba de Fe que tuvo a bien enviarnos para querer renovar la Alianza Eterna con el ser humano, tras aquel desagravio cometido por Adán y Eva. Y nosotros recibimos aquella oportunidad asesinando a su hijo, a nuestro propio ‘hermano’. Hoy festejamos aquella matanza, con estas hermosas representaciones, símbolos que exteriorizan la creencia en lo que somos, iba a decir –depredadores-, pero nosotros nos cazamos a nosotros mismos, por lo cual la definición correcta es ¡Asesinos!
           
Pese a lo leído hasta ahora, soy creyente, pero no en la blancura inmaculada del ser humano, por lo menos en su paso por este planeta, a veces, tengo firme convicción de que vivimos en el inferno de Dante. Ese que buscamos en abismos, pozos y demás lugares angostos y, que en ‘verdad’ estamos inmersos en el. Pienso, que esas escaleras que tantos nos afanamos en descender solo es el alumbramiento a este mundo.
           
Festejamos la vida y la muerte por igual, más si cabe la que infligimos como especie, bañándonos en las aguas de culpabilizar a otros. Leía estos días comentarios y opiniones sobre todo los gustos, quizás la más, una supuesta carta de un cura a la ministra Cospedal, por eso de las banderas a media asta en acuartelamientos y de paso pues le da un repaso a la Legión. No voy a entrar en detalles pero, a colación de lo que vengo escribiendo, decía el citado texto, que se festeja en Semana Santa a los verdugos de Cristo permitiendo la presencia de la Legión velando y acompañando a Cristo yacente. Me da que este cura, equivocó su profesión y que en los altares que custodia tendrá representaciones de lechugas, nabos, apios y demás hortalizas. Cristo es el símbolo de sacrificio por el ser humano, por lo que es portado por tal unidad militar, y bajo el cual, nosotros, sus Damas y Caballeros juramos vivir. Pero olvida este Señor Párroco, que Jesús fue arrestado por un amigo tan Judas como este religioso, y que fue el pueblo quien decidió salvar a un ladrón, antes que a este hombre de paz. El mismo pueblo que hoy lo Procesiona por las calles.
           
Dicen de mí ser creyente, cristiano y católico, a lo último suelo responder que fue por casualidad, pues podría haber nacido en otro lugar muy distinto de este ‘danteriano’ infierno. Lo que sí tenía claro Dios conmigo, era que debía de ser animal y es por ello que mandó naciera como humano, el resto fue circunstancial. Pero entiendo que hasta el Universo y el Propio Destino puedan errar. Solo espero que en otra vida le den por dotarme de inteligencia y me reencarnen en una especie distinta. Aunque con la suerte mía, mejor será que alegue en mi Juicio Final me dejen ser polvo espacial.
             
La devoción, como el camino espiritual de cada uno es algo interior en el que no cabe lugar a que nadie se sienta rector del mismo. Si en tu caminar no entiendes de tí mismo, mal camino que llevamos, pues al final acabaremos entregados cual Jesús…
 

José Antonio Córdoba Fernández

Investigador-Columnista-Escritor

 
 
 
 

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