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Cartas de una sombra
 
 
 
 
 
 
 
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31 de Agosto de 2018
La cuna mística
Mencionar a los templarios es que se nos venga a la mente todas esas imágenes que han vendido la industria del celuloide y literatura de ficción, en esta última me cuento – humildemente- también, a través de la Saga La GITANA y el TEMPLARIO.
 Como vengo reiterando desde hace algunos años y siempre que tengo oportunidad, procuro dejar bien claro que existe una diferencia entre la Orden del Temple (s. XI al XII d.C.), y las asociaciones o hermandades Neo-templarias, existiendo entre ambas un espacio de vacío por más de 300 años. No por ello, puedo menospreciar la labor humana o de divulgación de algunos de sus miembros.
           
Cada vez que buceo en las aguas de la historia del Temple, acabo secando al sol una idea. Y es, ese misticismo forzado que considero se le ha implantado a la Orden, a raíz de la aparición de los primeros grupos neo-templarios en el primer cuarto del s. XIX. Entender cada vez más la sociedad en la que se desenvolvió la Orden es importante, y es ahí donde muchos aspectos de los que se nos ha vendido hacen, nunca mejor dicho, agua.
           
Una sociedad europea que apenas empezaba a renacer de sus cenizas, donde su población era inmensamente analfabeta, con los centros de conocimientos centralizados en monasterios y cortes. Y principalmente, es que, salvando algunos personajes, la mayoría de los caballeros de la Orden eran de 2º,3º, 4º linaje, individuos que quedaban alejados del conocimiento y aprestados para solo el combate. ¿Cómo pudieron estos hombres ´bestias de la guerra´ crear todo el misticismo que se les supone?
           
La Milicia de Cristo, no fue tan numerosa como pudiéramos pensar, algo que les ocasionó innumerables problemas a la hora de hacer frente a muchos de los cometidos defensivos que se les encomendaba. Adquirir el conocimiento esotérico que se les atribuye, resulta cuando menos, difícil de digerir.
           
Pero hay un momento en esa evolución cultural, religiosa y social europea donde se crea un controvertido cisma entre los gremios constructores, la Iglesia y los reinos, motivada por el florecimiento de grandes proyectos arquitectónicos. Los gremios viéndose amenazados y vulnerables, buscan el amparo en las entidades “independientes” a los poderes establecidos en esos momentos las ordenes religioso-militares, pero serían los Templarios quienes tendrían la capacidad e integridad suficiente para arroparlos, como así fue. Se dice, que para garantizar su integridad, a los maestros de oficios se les concedió el grado de Caballeros. Fuera como fuera, quedaban bajo el amparo y potestad de la Orden del Temple.
           
Por consiguiente, el misticismo templario nunca fue un camino que ellos descubrieran, sino que les fue revelado en la forma de aquellos que escribían el Conocimiento de los Antiguos a través de la Arquitectura.
           
La desaparición de la Orden y las nuevas corrientes en Europa, significaron el desmembramiento de estos gremios o fraternidades, influyendo en ello también la avaricia propia de los diferentes miembros de estos gremios.
        
La necesidad de buscar un lazo con lo antiguo para justificar la valía de tu grupo, gremio, fraternidad, etc., es muy anterior al siglo XIX, se sabe que estos gremios del Medievo usaron esas técnicas para venderse como los verdaderos maestros, conocedores del Saber Ancestral.
 
José Antonio Córdoba Fernández
Investigador-Columnista-Escritor
 
 
 
 
 

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