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Cartas de una sombra
 
 
 
 
 
 
 
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15 de Noviembre de 2020
La hora del papel (I) (II) (III)
Cada mañana acudía a la parada del autobús, debía de caminar por entre las calles de la ciudad algo más de diez minutos, para ella era una rutina, pues eran ya ocho trabajando en el mismo lugar, en la misma gran empresa.
Era una mujer de elegante porte, estatura media, siempre vestía con cierta y presumida elegancia.
Cada día, hacía el mismo trayecto tanto para ir a la parada como de regreso a casa, salvando las ocasiones que algún compañero o compañera la acercaba en auto hasta el portal donde se encontraba su piso.
 
 
Habitualmente pasaba por delante de la fachada de un destartalado edificio, y a pesar de caminar pensando en sus cosas, al cruzar aquellos veinte metros de fachada algo la estremecía.
Cada mañana, al ir a la parada del autobús, cada media tarde, al regresar de la misma pasaba por delante la única puerta y ventana en la planta baja de aquel edificio casi en ruinas, y que hacía décadas que no adecentaban su fachada.
Pero como es caprichoso el Destino, éste se interpuso en aquella habitual rutina suya.
 
Una tarde de junio, antes de bajarse del autobús el conductor le indicó que a partir del día siguiente la parada se trasladaba a la calle Martín Salguero, a la altura del número 31. Ante la cara de asombro de ella, el hombre le señaló una nota informativa colocada en los cristales del autobús. Ella se encogió de hombros, no se había percatado, ni prestado atención a aquella nota. En el camino de regreso se sorprendió al ver la calle y el número que le había indicado el conductor.
─ ¡Será una broma del chofer! ─Dijo en voz alta, entre escandalizada e indignada, y algunos viandantes la miraron con cierto reparo.
Su parada para todo el verano iba a estar justo en la fachada del edificio que le daba tanta tirria. 
 
─ ¡Ni más para arriba, ni más para abajo! ¡Joder, ya podían haber elegido otra calle para la puñetera paradita! ─Se decía entre dientes.
Pero no había lugar a dudas, y menos aún, cuando vio al personal de la empresa de autobuses urbanos descargando los materiales de la que iba a ser la marquesina y el poste de señalización de la nueva parada provisional.
Siguió caminando sin dar crédito a lo sucedido, llegando a la esquina y tomar la calle transversal, su calle, se detuvo y miró nuevamente al lugar, tras unos segundos negando con la cabeza, prosiguió su camino.
 
José Antonio Córdoba Fernández
Investigador-Columnista-Escritor

 
 
 
 

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