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Cartas de una sombra
 
 
 
 
 
 
 
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22 de Noviembre de 2020
La hora de papel (II) (I) (III)
Los días fueron pasando y la nueva parada no ofrecía nada en particular para ella, salvo su ubicación.
Una mañana, mientras esperaba la llegada del autobús, se percató de que en la ventana bajo un tupido velo de polvo, se escondía un escaparate, así que se asomó. Manteniéndose a una distancia prudencial, pudo comprobar que aquel lugar tuvo que ser en otro tiempo una librería. Alzó la vista y recorrió con la mirada toda la fachada, todas las ventanas y balcones de los pisos superiores, pero no había signos de que allí viviera nadie.
Con la rutina fue perdiendo el miedo, y cada  vez se acercaba más a aquel peculiar escaparate, con la intriga de ver que había al otro lado. Para su sorpresa, allí había libros de todos los tipos, temas, e incluso de ediciones tan recientes como muy antiguas, algo que dedujo por el amarillento de las portadas o de las propias hojas.
Aquella mañana, tras mirar el reloj del móvil, se percató de que el autobús llegaría nuevamente con retraso, así que se asomó tranquilamente al escaparate. Mientras esperaba, se entretenía en leer títulos, autores y editoriales de los volúmenes allí expuestos. No le prestaba más atención que el mero ejercicio de entretener la espera. Pero de pronto se percató de un pequeño libro de bolsillo, que en la esquina izquierda de la estantería más alta, parecía querer pasar desapercibido para el curioso, algo en lo que parecía haber tenido éxito, pues tenía aspecto de llevar algunas décadas en aquel escaparate, como si formase parte de la decoración del establecimiento.
Entonces el ruido característico del autobús parando, la sacó de su ensimismamiento, se giró y volvió a la rutina subiendo al bus urbano.
No volvió a reparar en el citado libro hasta que una tarde paseando, sin rumbo fijo, pues había tenido una mañana complicada y sentimentalmente era un tsunami, necesitaba desesperadamente pensar, aclarar algunas ideas. Para cuando se vino a dar cuenta, estaba parada frente al escaparate y que para su asombro, éste contaba con iluminación. La verdad es que nunca había pasado al oscurecer por aquel lugar. Se acercó y esta vez, su mirada fue directamente a buscar aquel pequeño volumen. 
─ La hora de papel –pudo leer como título- ¡Anónimo! ─Leyó como autor, sin más referencias.
 
Investigador-Columnista-Escritor

 

 
 
 
 

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