Felices fiestas

Gallardoski.-Salir a respirar el aire fresco de la calle. 

Hay mucha gente que no podrá hacer eso hoy, millones de personas que desearían tener tu suerte en este instante. Que lo darían todo por este momento que tú disfrutas apenas, convencido de que no tiene tanta importancia caminar, tener salud, tener algunas manos a las que acariciar, otras que poder estrechar. 

Acuérdate de esas manos cuando las tuyas anden ateridas de frío, cansadas de bolsillos. 

Sabiendo eso debiéramos actuar en consecuencia y aflojar las tristes tensiones con las que hemos de guerrear en la batalla de los días. 

Ten presente siempre la balanza y pon en ella las cantidades correctas. 

No equivoques las magnitudes y dale la importancia necesaria a lo importante, deja correr el agua del río que tú ya sabes dónde va a parar. Que tú ya sabes que el mar es el morir, disfruta lo que puedas del cauce, del nacimiento, del recorrido. 

 

Porque si lo ignoramos, si no celebramos la vida con toda su grandeza y toda su tragedia, nos perderemos su alegría, esa es una ley natural, pero no podremos librarnos de la cicuta. 

Esa es otra ley. Lo dicen los castizos y llevan razón:

”Los ratitos buenos hay que buscarlos que las penas vienen solas” 

No todo lo que dicen los castizos van a ser tonterías. 

 

Y como sabemos que los dos vasos tiemblan en la encimera, a un lado el veneno, al otro la ambrosía, seremos unos tristes malversadores del tiempo, unos maniacos de la persecución desgraciada, unos tontos, si no echamos rápido mano del vaso indicado, por poco néctar que contenga, algo tendrá. 

Tendrá ese amigo con el que vamos a tomarnos un café, tendrá ese crepúsculo único con que va a despedirse la tarde, tendrá esa canción, ese poema. 

Tendrá una llamada que alivia la soledad, tendrá un ¿qué te hace falta? Bellísima pregunta retórica del amigo, del hermano, que responde a tu “Necesito un favor” 

 

Si posees alguna de estas cosas ponlas con cuidado, casi con mimo, en una cajita y guarda su llave en lugar seguro. 

Olvida, obvia, ignora y hasta contemporiza por quitarle importancia, con lo feo y con lo grotesco. 

Mírale la cara y descífrale el rictus al implacable que hace burlas de tu emoción tras ver una película hermosa, desobedece al que pretende imponerte la desconfianza y la usura. 

Apiádate del que siente la carcoma miserable del rencor y la insidia. 

No escuches al que propaga el rumor, al que se erige en tu salvador y tu líder, al que te cuenta el oído que fulano dijo de ti y que mengano puso la guinda o que zutano te perjudica cada vez que tiene ocasión. 

Ríete, ríete como aquel niño del hambre que cantaba el poeta, que te hará libre la risa y te quitará soledades. 

Felices fiestas.