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Apuntes de Historia CCCXXXVI
 
 
 
 
 
 
 
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03 de Enero de 2021
Nuevas notas sobre la I Vuelta al Mundo (VI)
Manuel Jesús Parodi Álvarez.-El descubrimiento del paso interoceánico entre el Atlántico y el Pacífico por la Expedición Magallanes-Elcano y el hallazgo del Estrecho (en realidad, más un canal que un estrecho…) de Magallanes, aunque tuvo un elevado coste humano y material (recordemos en este sentido que la pequeña y maniobrera nao Santiago naufragaría en aquellas difíciles aguas australes y que la San Antonio desertaría, regresando a España, lo que, todo sumado, vino a suponer que dos quintas partes de la logística naval de la Expedición se perdieran en dicho intento de cruzar del Atlántico al Pacífico, sin contar con que la mayor parte de los suministros, reserva e intendencia de la “Armada del Maluco” se perdería para la Expedición con la inesperada fuga de la nao San Antonio, un terrible mazazo para Magallanes y sus hombres), supuso derribar un gigantesco muro (tanto en el plano físico como en el mental, intelectual y emocional) así como, verdaderamente, la primera apertura del Mundo a una auténtica (e incipiente) Globalización.

 

Si nos preguntamos por el peso e importancia que todo ello habría de tener desde el punto de vista económico, geoestratégico, político, cultural, hemos de convenir que sería un peso total, porque supondría romper una barrera física a la par que mental para la Europa del siglo XVI, para una Europa que desde lo medieval se estaba abriendo a lo moderno, y conllevaría el abrir las puertas de la vieja Europa feudal a los primeros pasos y parámetros de un Mundo nuevo, de una nueva realidad holística que emprendía el camino de la Globalización, de la “Mundialización” de un planeta que, para la perspectiva humana (y no solamente la europea) comenzaba verdaderamente a serlo.

En este sentido, cabe señalar que las tripulaciones que embarcaron en aquella “Armada del Maluco” tenían ya una fuerte componente global, ya que estaban formadas por hombres de muy diferentes nacionalidades, algo que era relativamente habitual que sucediese, en aquella época, en la organización de expediciones transoceánicas. 

De este modo, profesionales (marinos, geógrafos, cartógrafos…) de muy distintas procedencias (recordemos que hablamos desde la perspectiva europea, que nos referimos a expediciones organizadas por y desde países europeos de la época, como Portugal o los reinos de la Monarquía Hispánica) servían bajo banderas diferentes a las de origen.

Ello es así, reduciendo el discurso a parámetros sencillos, entre otras razones porque el conocimiento “siempre se mueve”: la transferencia del conocimiento y la reubicación de profesionales de uno u otro tipo en contextos geográficos y políticos diferentes al de su propio origen es un fenómeno que no sólo tiene que ver con el mundo contemporáneo… Marinos como el propio Cristóbal Colón (y sus hermanos), Sebastiano Cabotto, Francisco Albo o el mismo Hernando de Magallanes, o geógrafos como el portugués Rui Faleiro (al servicio de Castilla) o el alemán Martín de Bohemia (al servicio de Portugal), por no hablar del caso de Antonio Pigafetta (el cronista dela Expedición de la Primera Vuelta al Mundo) constituyen unos más que representativos ejemplos de todo ello, esto es, del estado de cosas en la Europa a caballo entre los siglos XV y XVI.

Así, un legado fundamental (se mire desde el punto de vista que se mire) de este Gran Viaje sería el comienzo de la transformación del Mundo -tal y como la Humanidad lo conocía hasta entonces (como una secuencia de paisajes disconexos, dicho brevemente)- para siempre (todo dicho en una sola frase, lo que es ciertamente arriesgado)... 

Es de considerar cómo aquella aventura verdaderamente épica cambiaría el curso de la Historia, pues lograría (como venimos señalando) abrir unos horizontes (físicos, mentales, intelectuales, emocionales, geoestratégicos, económicos, políticos, culturales en fin…) totalmente nuevos ante los atónitos ojos de una Europa aún medieval.

Tomemos en consideración que un casi dos terceras parte (plus minus) de la superficie física del planeta era hasta esos entonces enteramente desconocido para los europeos de la época, y eso dejó de ser así; económicamente hablando además, la Primera Circunnavegación habría de trastocar para siempre la realidad geoestratégica de la Tierra… 

De este modo, por ejemplo, gracias a la Expedición Magallanes-Elcano, el océano Pacífico sería conocido como el “Lago Español” (una expresión acuñada, nada menos, por los ingleses) a lo largo de tres siglos, durante los trescientos años que median entre la Expedición Magallanes-Elcano y los finales del ilustrado siglo XVIII y los albores del tan agitado (especialmente para la Monarquía Hispánica, que perdería la mayor parte de su viejo Imperio) siglo XIX…

Si nos planteamos cómo afectaría todo ello a la economía y al desarrollo de ciudades como Sanlúcar de Barrameda, habremos de señalar que las navegaciones oceánicas y la expansión de la Monarquía Hispánica contribuyeron a dar a Sanlúcar un lugar preferente en la Historia de la Humanidad, y la modelaron como ciudad desde finales del siglo XV, haciendo de nuestra ciudad un referente, dentro y fuera de la Península Ibérica, en muchos sentidos. 

La lengua castellana, además, daría también la vuelta al Mundo con aquellas cinco naves magallánicas, y su presencia en el Mundo se afianzaría desde ese entonces y para siempre, mezclándose con las lenguas de los territorios donde se afianzase la presencia española y creando un rico mundo lingüístico mestizo y multicolor, del que aún hoy nos beneficiamos.

Palabras como canoa, hamaca, piña, cuya presencia en el léxico de la lengua española es una resultante del encuentro con los idiomas nativos de la geografía, extensa y variada, del ámbito de influencia de la Monarquía Hispánica, fueron parte de aquel legado, todo lo cual constituye un notable botón de muestra de aquella primera fase de la Globalización de la que venimos hablando. 

La llegada a Filipinas de aquellos hombres pondría, por vez primera, un acento español en aquellas tierras, que indiscutiblemente pervive a día de hoy, pues la presencia española en Filipinas fue una realidad desde la Expedición (y especialmente tras el viaje de Legazpi unos años más tarde, y del descubrimiento del “Tornaviaje” por Uedaneta un poco después, a mediados del XVI) hasta 1898: desde principios del siglo XVI hasta casi el comienzo del siglo XX.

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