José Segura.-Como en aquella canción de Boris Vian en la que mandaba una carta al presidente para devolverle los papeles militares, aprovechamos la visita del presidente a Doñana para reivindicar el respeto por la naturaleza y los espacios protegidos. Nos preguntamos el impacto que tendría la instalación de una petrolera en Badajoz que además de ser innecesaria sólo traería perjudiciales impactos en los 200 kilómetros de recorrido entre Badajoz y la costa de Huelva, ya de por sí contaminada.

El único espacio salvaje del litoral andaluz, 28 kilómetros de playa virgen, ya amenazado por otros acosos como la construcción de una autopista, el paso de romerías, y la extinción de su biodiversidad por la explotación de los humedales, los cultivos bajo plástico y otros usos pernisiosos, este espacio, insisto está fatigado y a punto de morir. Pero un oleoducto sería el fin de todo lo que queda. Si el petróleo tiene los días contados y hemos decidido el uso de las energías limpias, ¿a qué viene una petrolera atravesando diez espacios protegidos?

La experiencia no nos sirve de nada si se trata de que algunos se enriquezcan usando espacios protegidos que son un bien común y propiedad de todos. La gestión política y económica de una legislatura puede fastidiar el futuro irreversiblemente, yo di mi voto al partido que gobierna, pero me creo en la necesidad de quejarme y hacerlo en público. En solo dos meses la Bahía de Algeciras ha sufrido varios desastres relacionados con los supercageros y el repostaje de petróleo, quiere esto decir que no se trata de una cuestión aleatoria: oleoducto es sinónimo de contaminación, chapapote y desastres contra la naturaleza. Por todo ello, Monsieur le Président, Oleoducto, nunca mais. Felices fiestas