Cierra la maleta empujándola con ambas manos. Está llena, pero no ha conseguido meter todo lo que le hubiese gustado llevar.Comprueba por segunda vez que lleva consigo el pasaporte y la cartilla de vacunaciones que le dieron en el centro médico el día anterior. Una extraña sensación de desasosiego la invade de pronto, pero logra apartarla inmediatamente de su pensamiento. Otra vez sonríe. Está contenta de poder realizar aquel viaje, tiene ganas de llegar cuanto antes… ¡hay tanto por hacer allí! Aunque, a la vez, no puede evitar sentir miedo, no por ella misma, ni por su seguridad, no, lo que le preocupa es que le impidan realizar su labor en aquel país.
Al dirigirse a la puerta, mira al espejo y se dice: “¡Adelante, Susana, vamos allá! Hacen falta muchas manos para ayudar. Esa gente está sufriendo mucho...” y le vienen a la mente las imágenes que ha visto en el telediario. En pocos minutos un taxi la traslada al aeropuerto. Le espera un largo viaje. Su vuelo hacia Madrid sale en hora y media, allí se reunirá con otra compañera, después, ambas cogerán otro avión que, con escalas intermedias, las llevará rumbo a aquel territorio que se ha convertido en un infierno, en una trampa mortal para la población civil. Susana tiene treinta años, es cooperante de una ONG y se dirige a Gaza para realizar labores humanitarias. ... ¡Que la fe en Dios y la esperanza en el ser humano la acompañen!
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