01 de Marzo de 2009 |
Roma, como cualquier ciudad repetida, debe aburrir mucho. Jota Siroco.-Valle Inclán dejó escrito aquello de que “Roma es una ciudad que no aburre a lo inmortal, pero llena de aburrimiento a los mortales” y Alberti lo de “me aburro, me aburro, me aburro,/¡cómo en Roma me aburro!/qué aburrido estoy,/estoy aburridísimo”. Los dos tenían prisa de que pasara ese momento, esa deliciosa rutina romana, ¿para qué?...sólo para volver a España y morirse, literalmente, de aburrimiento.
Tenemos prisa.
Cuando niños soñamos con ser adolescentes, jóvenes cuando adolescentes, hombres o mujeres de provecho cuando jóvenes y jubilados al poco tiempo de empezar a trabajar. ¿Alguien me puede decir cual es la siguiente etapa tras la jubilación? No quiero ni pensarlo, toco madera, cuelgo ajos en la puerta de mi casa, compro romero a todas las gitanas, le pongo los cuernos a los entierros y huyo despavorido de las sombras. ¿Para qué tanta prisa?
Tenemos prisa.
Sueñan algunos con el invierno en pleno otoño, con la primavera en diciembre, con el verano en marzo y cuando llegan los calores o los fríos nos damos cuenta de que no eran para tanto, que el aburrimiento o la felicidad vive en la sangre. Ansiamos terminar un libro para empezar otro que nos dirá lo mismo. Escribimos una y otra vez el mismo poema. Amamos todos los amores en el mismo amor. Esperamos desazonados el fin de una crisis que volverá a repetirse inexorablemente, porque la codicia anida en el corazón.
Hoy no quiero tener prisa. Quiero que pase el tiempo al ritmo lento de la pena… y que se detenga el sol en las tabernas.
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