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12 de Abril de 2009

Imagen activaMe molestan los fachas, pero me molestan con cirio y sin él, y si me apuran me molestan menos con el cirio en la mano, quizá porque mientras que anden pendientes de los abalorios de su virgen magnífica no estarán barruntando cómo poner coto a la libertad de los demás.

Gallardoski.-No me molesta esta exhuberancia de la fiesta con vergüenza de la fiesta, no me molesta este sacro paganismo que hará las delicias de hosteleros en los duros tiempos que viven las personas normales, que son las que viven y sufren la zozobra del mundo, de la política, de los ejércitos, de las policías, de los errores ultra financieros, las misérrimas alegrías de cuando el dinero estaba y que ahora, misteriosamente, se ha volatizado como el espíritu santo tras su mítica inseminación artificial, allá por el año cero de nuestra era.

No me molesta el rostro compungido de la anciana que ve vida, y hasta vida eterna, en los muertos ojos de la figura torturada que carga con su cruz por la ciudad, no me molesta la melancólica música que tocan las bandas de tambores y cornetas, su raquítica armonía, su sobriedad siciliana entre tanto exceso de latigazos, pústulas, oros, claveles y rosas.

No me molesta esta luz maravillosa del atardecer en el castillo de Santiago, mientras empiezan a encenderse como en un aquelarre medieval los cirios de los penitentes, anónimos, encapuchados, devotos de una fe en la que se funden felizmente la guasa carnavalera de hace unos meses con el rigor delirante de una religión que considera que es la vida un valle de lágrimas.

Muchos de mis amigos lanzan pestes, como si anduvieran los pobres endemoniados, frente a esta celebración trágica de la primavera. Mi beligerancia no va por ahí, me inquietan las arrogancias de los jerifaltes católicos, me inquieta que quienes tendrían, como su dios, que comprenderlo todo, apenas sean capaces de perdonarle al vecino su pequeña fechoría.

Me molestan los fachas, pero me molestan con cirio y sin él, y si me apuran me molestan menos con el cirio en la mano, quizá porque mientras que anden pendientes de los abalorios de su virgen magnífica no estarán barruntando cómo poner coto a la libertad de los demás.

Y lo que menos me molesta de toda esta escenografía popular de la Semana Santa, son esas personas que hacen estación de penitencia porque piden algo, agradecen algo o desean algo. En sus rostros adivino ese sendero humano, demasiado humano, que va de la esperanza a la pena sin fondo, lorquiana, con que el pueblo andaluz vive su tribulación y su enfermedad.

¿Cómo puede molestar a un poeta toda esta metáfora surrealista? Mi me molestan ni tengo el menor interés en molestarlos a ellos porque además, avezado trasnochador y bebedor que es uno, sé cómo se diluyen esos conatos de fanatismo cuando las mujeres( y seguramente los hombres) se visten de domingo, se ponen guapas y empiezan a enseñar las carnes que durante el invierno anduvieron ateridas y ocultas.

El azahar, el incienso, los perfumes de las mujeres…el hedonismo campeará por sus anchas en cuanto llegue la madrugada y no hay nada cómo la noción del pecado para convocar a los demonios que habitan en nuestras entrepiernas. Yo creo que eso lo sabe hasta dios, que en paz descanse.

 
 
 
 

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