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“Rara avis” y cochambre
 
 
 
 
 
 
 
“Rara avis” y cochambre PDF Imprimir E-mail
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12 de Abril de 2009

Imagen activaEl gentío de la Calle Ancha en estos días ¿ de pasión?, se desplaza  de un lugar a otro dentro de esta céntrica calle y sus inmediaciones como efímero glaciar, lento pero firme, allá donde suenen los tambores y cornetas que anuncian la  inminente llegada de los Titulares de las distintas hermandades.

 

Pepe Fernández.-El acento sanluqueño se confunde con las distintas y variadas cadencias que elegimos para hablar nuestro castellano según el lugar de nacimiento. Incluso otras lenguas europeas suenan por los lugares y calles donde procesionan nuestras hermandades, lo que sin duda agradece el gremio hostelero con cerca de un 90% de ocupación estos días según la Oficina Municipal de Turismo.

 

La otrora pagana primavera, en sus ritos ancestrales, luce sus mejores días, el bullicio, el momento para lucir nuestras mejores prendas, la felicidad de los más pequeños, los primeros escarceos amorosos entre adolescente, el color  y el olor y hasta la dificultad para aparcar nuestras máquinas, nos recuerdan irremediablemente que estamos en Semana Santa.

 

Seguramente, amigo mío, algún motivo más podrías añadir a esta pequeña pero representativa lista, pero si hay algo que luce más que el sol no es el domingo de Resureción, es la suciedad de todas y cada una de las calles por donde pasa un penitente.

 

El viajero o turista no necesita de ninguna guía de turismo para averiguar en donde se encuentran las imágenes en esos momentos: Como Pulgarcito, basta seguir el reguero de inmundicia que van dejando  los que comen algo, cuando no las micciones de hombres y mujeres que sin cortarse un pelo aligeran sus vejigas en cualquier lugar minimamente oculto.

 

Sin temor a equivocarnos, volveremos a denunciar el escaso o nulo civismo de los sanluqueños con el mobiliario urbano y su entorno ( miles de euros le cuesta al erario público reponer todos los meses los destrozos de este mobiliario) , amén de la nula educación medio ambiental, que convierten nuestras calles en  cochiquera municipal.

 

La afición a comer en la calle y desprendernos de la basura dejándola caer al suelo, con o sin papelera cercana,  es un desprecio total no sólo al trabajo y gasto que esto supone para el ayuntamiento, sino a toda una ciudad a la que desde nuestro más profundo chovinismo podemos encumbrar su sacrosanto nombre hasta el mismo Olimpo y erigirla en el centro de la mismísima creación por sus muchas y variadas cualidades, gastronómicas, monumentales, enológicas, climáticas, etc,  pero a la que ensuciamos a discreción sin ningún rubor, porque para eso “es nuestra”.

 

Pero siempre queda la esperanza, más en estos días, para creer que no será siempre igual, aunque nosotros no lo podamos ver nunca, dado el escaso interés en mejorar su comportamiento cívico de la mayoría de nuestros conciudadanos, a tenor de lo visto durante toda esta Semana Santa.

 

Mientras que pacientemente, y sentados en uno de los bancos de nuestra más preciada calle, esperamos el desfile procesional, rodeado de desperdicios de pipas, papeles de golosinas varias, colillas, chicles, caramelos, cáscaras de avellanas, etc. y con el  rumor de dientes descascarillando pepitas, acompañados del movimiento de manos en gestos, casi espasmódicos, desde las bocas al suelo para arrojar las vainas de las semillas de girasol, observamos como un niño, de nombre Mario de unos diez años, hace el mismo ruido y el mismo gesto, pero el recorrido de su mano acaba en otra pequeña bolsa que sujeta de forma artesanal e ingeniosa a la que contiene el alimento, le sirve de provisional almacén para  “su basura” que posteriormente depositaría en una papelera o contenedor para tal efecto, según nos explicó.

 

Rara avis, niño y ciudadano digno de elogio, y abuelos mejores, que han inculcado a este púber el amor a su Sanlúcar empezando por respetarla no ensuciando sus calles, lo mismo que haría si estuviera en el salón de su casa, porque la mayoría de los sanluqueños aún no se han enterado que Sanlúcar también es su casa.

 

Nada mejor que mantenerla limpia para sentirnos orgullosos de ser sanluqueños.


Ante el visitante nacional o extranjero, uno no puede sino sentir vergüenza ajena cuando observa con atención como miran al suelo de nuestras calles entre incrédulos y asqueados al caminar entre tanta cochambre.Mientras, los tragaldabas de pipas siguen absortos e imbuidos en sus místicas e irreverentes miradas al paso de e Jesús y María sin dejar de escupir sus basuras al pavimento urbano, huellas irrefutables que delatarán y calificarán a los que allí estuvieron.

 
 
 
 

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