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Solidaridad, Empresa y Democracia.
 
 
 
 
 
 
 
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08 de Julio de 2009

Imagen activaAsí actúa la empresa, así actúa el Estado capitalista, cuando la clase obrera se mueve. Ahí aparece el fascismo cuando hay peligro de que la clase explotada, no ya  de que se levante, sino simplemente de  que piense.               

 José Luís Zarazaga Pérez .-    Andaba este su humilde desarticulista pensando en tomarse unas vacaciones, cuando  no se si víctima de este calor abrasador que nos acompaña, me vino a la mente aquel comentario  sobre julio Cesar que ya conocemos: “Se cree que Julio Cesar había sido advertido por un vidente ciego sobre lo que finalmente le ocurrió durante los Idus de Marzo. Dicen que al llegar esta fecha, en la mañana de ese día, el Emperador ensoberbecido mandó llamar al vidente para decirle que se había equivocado, que el día había llegado y que nada le había ocurrido. El ciego habría respondido: “Los Idus han llegado, pero aún no se han ido”. Lo demás, como se dice, es historia.”

Exactamente creo que los Idus  no se han ido, la inspiración de mi musa ha desaparecido y nuestro equipo de desgobierno parece haberse encontrado con varios frentes  de discordia que no vienen a cuento.

    Hoy me preocupa el ataque, digámoslo incruento, contra todo aquello que suene a público. El sábado el Sanlúcar Información publicaba como editorial otra de tantas diatribas en contra del Empelado Público. Se demoniza al trabajador por poder sortear, digámoslo así la crisis que ha creado nuestro magnifico empresariado. Todo lo público  es tachado de nefasto e inoperante, pero no se incide en la idea de que cuando hay bonanza económica son los que pagan con la congelación salarial, pero eso si, cuando hay crisis son culpables, por lo tanto Garrote de Vil para los funcionarios.

   Estoy harto, harto de que la cantinela suene a disco rayado de Mecano. El Empleado Público no es culpable de la situación en que vivimos: en todo caso estos albañiles, con todo mi respeto, ¿por qué no se manifiestan ante las empresas que han expoliado nuestro pueblo?, ¿por qué piden ahora una solidaridad mal entendida?, ¿apoyaron a los trabajadores municipales cuando anunciaron la ruina que se nos venía encima? La respuesta es clara. “Cuando la barbas de tu vecino veas cortar, pon las tuyas a remojar”.

   No, no somos culpables.

   Nuestros queridos empresarios locales tienen por norma pensar que esto es   una empresa, no una Democracia”. Aunque pueda parecer que lo expreso malamente,  ya que la empresa capitalista, y su arma de ataque “el capitalismo”, están totalmente ligadas a la Democracia  en la que vivimos hoy en día, y que no es para los trabajadores, en el sentido que yo lo quiera decir, creo que estoy en lo cierto.

     La Democracia es la forma política típica del capitalismo, donde el Estado es el instrumento de dominación de una clase, la que se denomina como burguesía (remedo de empresariado local) sobre otra, la clase trabajadora, que produce y genera toda la riqueza, riqueza que se quieren o se apropian estos que se definen como empresarios.

      Por lo  tanto, lo que quiero decir es: “Vivimos en  una empresa, no en  una democracia obrera”.

    Todavía me pregunto qué pasó aquel día que una candidatura empezó a desangrarse, por la misteriosa dimisión de varios miembros de la lista. ¿Acaso no se presentaron para defender los intereses de su pueblo?, mentira,  nunca explicaron por qué.

    Para los que se asusten del temible  término: “Clase Obrera”, aún habiéndoles sido dada la propaganda anti-obrera vomitada durante décadas, 24 horas al día, por periódicos, televisión y radio, en manos de los que tienen el capital (esa es su “libertad de expresión”), les diré que es bien sencillo: aquel que para subsistir tiene que vender su fuerza de trabajo., es decir, ya puedes ganar 700 euros o 7000 euros al mes, que si no trabajas, no comes. Y no tiene nada que ver con estar o no en un andamio. Hasta un jefe de área, un comercial  o un técnico superior, es un obrero, por mucho que crea que va a heredar la empresa (así compra nuestro empresariado al que gana un poco más, y por desgracia es un buen ejemplo de lo que sucede en la Administración Pública.. “Divide y vencerás”.

     El trabajador, mediante su capacidad física o mental, esto es, su fuerza de trabajo, multiplica el valor del capital invertido por el empresario, es decir, nuestro remedo de empresario local,  invierte por ejemplo 1000  euros en comprar o alquilar maquinaria, naves, coches, bicis, herramientas…, (medios de producción), o sea, todo lo que necesita para producir los bienes y servicios que vende, y supongamos que al vender su producto o servicio obtiene 1500… esos 500 de más, es el nuevo valor que genera el trabajador. Por mucho oro que le echen los socios, capitalistas, o dueños de comercios locales,  a las máquinas, naves, herramientas, coches o bicis, es decir, los medios de producción, no se producirán nada nuevo, no se creará nuevo valor. Tenemos que llegar a entender que el que se define como empresario, sin la fuerza de trabajo del obrero, se muere de hambre.

  Ahí vemos la falacia que nos hacen creer: “el empresario pone dinero y paga al trabajador”.  Y digo yo, un jamón con chorreras, es más bien al revés. (Pepe, no te des por aludido, que lo del jamón es broma).

 ¿Qué es lo que arriesgas nuestro empresariado? Capital que no es más que trabajo acumulado previamente por los  trabajadores.  Pero es que, para colmo, dentro del capital que supuestamente arriesga nuestro empresariado local,  como la mayoría de empresas de nuestro país, se nutre de subvenciones públicas, que salen de nuestros bolsillos.

    Eso es lo que hace el Estado en tiempos de crisis y por ende lo que se le pide siempre a Papá Ayuntamiento. Se  acude a rescatar a las empresas, cuanto más grandes más ayudas, supuestamente para “crear” empleo, pero que se aprovecha para sanear sus cuentas personales, y mientras tanto la misma cantinela “la culpa de todo es del empleado municipal”.

.    El salario no influye en el precio que pone el empresario a sus servicios o productos, como nos quieren vender estos generadores de crisis y sus lacayos. Diciendo esto, el que se define como empresario que no comerciante,  pretende que el obrero se crea que cuanto menos gane, más barato podrá vender sus productos o servicios, mejor competirá en el mercado, y mayores probabilidades de prosperar para “todos”. ¡Burda mentira ¡

.   Son los precios los que determinan los salarios y el consumidor no nota ningún beneficio final. El salario viene dado de antemano por las negociaciones entre sindicatos y empresarios, que teóricamente  tienen en cuenta, los precios, el coste de la vida. Pero no es antes de meses más tarde de que suban los precios, es que se actualizan los salarios. En esas negociaciones, por supuesto, no participa el obrero, ni sus representantes directos (delegados, miembros de comité). Tengamos presente que en Sanlúcar pertenecer al comité de  algunas empresas, puede significar despido inmediato.

     La ley otorga a los dos grandes sindicatos UGT y CCOO, que  a pesar de no representar más del 10% de los asalariados, la potestad para negociar con la patronal, de mantener esa  “paz social” que ha consistido en sucesivas reformas laborales, que han permitido recortar derechos adquiridos y flexibilizar el mercado de trabajo, es decir, hacer más fácil el despido y más temporales los contratos.

     Hoy vemos el resultado, antes de la crisis, hoy hay cerca de cuatro millones de parados. Ese desempleo, ese paro, es propio del capitalismo, es estructural, por mucho que hablen de intentar alcanzar el pleno empleo. Esa reserva de parados permite al empresario imponer sus condiciones al trabajador, y Sanlúcar se puede definir como abanderada de dichas medidas a lo que hay que añadir que siempre ha sido con la connivencia de algunos que hoy promueven una huelga, pero que hacían la vista gorda cuando eran comprados con el destajo impuesto por el empresariado local..

     El obrero,  por si sólo,  no tiene fuerza para negociar su salario con el empresario. Puede prescindir de un capitalista, pero no de todos los capitalistas.

    Es así, como en Sanlúcar, unos jefecillos de tres al cuarto, que no es más que un obrero que por recibir más salario y por la aspiración de entrar en el club de los socios, (entiéndase nuestro magnifico e inútil Consejo Económico y social), hace el trabajo sucio de aquellos que se autodenominan empresarios,  y se permiten el lujo de amenazar con la calle a aquellos que no acepten las condiciones propuestas por la empresa.

     Así actúa la empresa, así actúa el Estado capitalista, cuando la clase obrera se mueve. Ahí aparece el fascismo cuando hay peligro de que la clase explotada, no ya  de que se levante, sino simplemente de  que piense.

      Es ese abuso de poder que se permite un jefecillo, lacayo de la empresa, de reprimir la libertad de expresión de su empleado.

      Los derechos del trabajador sobre el papel, en esta democracia, se desvanecen cuando ponemos el pie en este caso, en la prensa...

     Ya sea procedente o improcedente, el despido lo decide el empresario, se convierte en juez de primera instancia, seas o no culpable. (Caso claro lo tenemos en los 1200 puestos prometidos por el Partido Popular en un gran centro comercial, ¿al día de hoy cuantos han engrosado las listas del paro?

     Como me decía un compañero, el fascismo es la democracia sin careta, es el ejército en la calle. En la democracia, los tanques, las porras, se mantienen guardadas mientras exista la “paz social”.

     Esa “paz social”, es la convivencia de 14.000 parados en nuestro pueblo...

Que no se piense nadie que por agachar la cabeza, por no abrir la boca, lo van a respetar. Al contrario, se dice que en Sanlúcar hay 14.000  parados, y la mayoría no ha levantado la voz, aunque ya algunos parados o no, estamos perdiendo el miedo y este portal digital será nuestra ventana abierta a la verdad.

    Hoy nos confiesan que llegarán peores momentos, que  la burbuja del paro, hinchada con primas y subvenciones del Estado, acabará también pinchando. Nos dirán  que los despidos son inevitables, y  todo esto, con cara de pena.

     Cuando eso ocurra, al igual que el  efecto Iguazú, de la corriente suave del río, pasaremos a la vertiginosa caída de la catarata. Entonces, será demasiado tarde para defender los puestos de trabajo. Ya no habrá organización, porque no estaremos  preparados, y porque nos habremos desangrado en luchas internas.

      Hace 30 años, si se despedía a un trabajador se movilizaba todo un sector, hoy no sabemos ni siquiera lo que pasa en la empresa de al lado, eso si las culpas las cargamos sobre la espalda del Empleado Público, falsa solidaridad de aquellos  que piden ahora apoyo ante la crisis.

     Sólo con la unidad y la solidaridad, tendremos fuerza, como clase, para defender nuestros intereses, nuestro bienestar, porque somos los que lo producimos todo, sin nosotros, no funciona nada, y hasta el empresario, se muere de hambre.

 Sólo con la tan debatida unidad, venceremos el miedo, al no sentirnos solos. A aquellos que tanto critican lo que no conocen y que son víctimas de su engaño quiero decirles lo siguiente: “lo que más teme el empresario es que acabemos uniéndonos”.

 La unión debe de ser la fuerza de los trabajadores, independientemente de su puesto, de su profesión, de su gremio,  de su localidad de origen, o de que esté afiliado o no a un sindicato.

   Para finalizar os quiero decir que no sirve de nada lanzar ataques contra los que en el fondo somos también trabajadores, el artículo de nuestra Constitución dice: “Todos los españoles tienen el deber de trabajar y el derecho al trabajo, a la libre elección de profesión u oficio, a la promoción a través del trabajo y a una remuneración suficiente para satisfacer sus necesidades y las de su familia, sin que en ningún caso pueda hacerse discriminación por razón de sexo.”

     En fin, apliquémonos el cuento y  seamos solidarios.

 
 
 
 

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