Lo peor que tiene vivir en un pueblo tan barroco como el nuestro es que llega uno a septiembre con la lengua fuera y sin ganas de nada. Jota Siroco.-En los sitios normales, digamos Logroño o Cuenca, los políticos locales se van de vacaciones y dejan en paz a los paisanos que optan por quedarse en su rincón, pero aquí, amigo mío, no hay mañana en la que no te despierte el contradiós de una campana, no hay tarde en la que no te sobresalte la estupidez sonora de una traca y no hay noche en la que no te veas obligado a asistir a un preciosísimo recital de flauta y violoncelo, a una interesantísima conferencia sobre ovnis, a un interminabilísimo concierto flamenco o a la inevitable elección de miss algo. Todo ello sazonado convenientemente por las declaraciones de algún político en ejercicio tras una o varias copitas de vino.
Lo siento, porque sé que hay mucha gente que trabaja bien y mucho en esto, pero Sanlúcar en verano empieza a oler a meao de gato. Ya que Alcalde sí, Alcaldesa no, cambian al tuntún el Paseo Marítimo cada vez que llegan al Palacio, podrían también echarle imaginación y empezar a cambiar otras cosas que ya hieden más que Lázaro antes de su mágica levantá, por ejemplo: La Fiesta del Guadalquivir con todos sus avíos, los Palcos de las carreras con todas sus repetidas fotos de casiborrachos, el Festival de Música Clásica con tanto músico de Kafzakistán(¿?) y un largo etcétera con todos sus etcéteras. Puesto que se sigue optando por la paranoia veraniega frente a la agonía otoño-invierno, abran por favor la caja de sorpresas, que termina uno “empachao” de marcos incomparables repetidos y de políticos satisfechos. En fin, para que no todo sea negativo, quiero agradecer públicamente la magnífica reproducción que de Bagdad tras la liberadora invasión yankee se nos viene ofreciendo gratuitamente en la mayoría de nuestras calles. Está francamente bien. ¡Enhorabuena!
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