Adios, Rafael Vega Ruiz "Anciá"Sanlúcar lloró ayer la muerte de uno de los mejores cantaores de flamenco que ha dado esta ciudad, Rafael Vega Ruiz, “Rafael Anciá”. El triste suceso había acaecido el viernes día 23 de octubre, sobre las nueve de la mañana, después de una larga enfermedad que no pudo superar.Rafael, ya no te podré saludar más por el Callejón Bayoneta, ni te escucharé esos fandangos que salía de tu garganta aunque nadie te lo solicitara, recuerdo la última vez en la sede de la asociación de vecinos, cuando en medio de un fandango se te olvidó la letra y lo empezaste de nuevo hasta terminarlo, mostrando en tu rostro la rabia que ya te embargaba al notarte que tu capacidad para ello se iba perdiendo.
Pero esta anécdota no merma tu historia como cantaor de flamenco y saetero, y la muestra estuvo en el último acto en esta tierra que tú tanto quisiste y a la que le dedicaste los mejores cantes, como el mirabrás y los caracoles. Los sanluqueños supieron reconocerte y te puedo asegurar que ni en las mejores tarde de toros, ha habido tanto público despidiéndote. No, no estabas sólo, te lo aseguro. Rafael se que este día, todos los Santos de las distintas Iglesias de Sanlúcar se habrán quedado muy tristes, ya no les cantará más; o han sido tan egoístas que te han llevado con ellos dejándonos sin tú voz. Tú que nunca fuiste hombre de grandes espectáculos, hoy ya te habrás visto con las grandes figuras del cante y del baile. Habrás conocido a Manolo Caracol, a Pepe Marchena, Antonio Mairena, Juanito Maravilla, a José Monge “El Camarón”, a Juanito Valderrama, a Antonio Núñez Montoya “El Chocolate”, a Manuel Mancheno Peña “El Turronero”, Beni de Cádiz, a José Llerena Ramos “El Chato de la Isla”, a José Sánchez Bernal “Naranjito de Triana”, a Juan José Varga Soto “El Cojo de Málaga”, a José Vargas Vargas “El Mono de Jerez”, a Canaleja de Puerto Real, al Niño Gloria, y a las niñas, La Niña de la Puebla, La Niña de los Peines, o La Niña de Antequera junto a La Paquera de Jerez etc.. etc.., Menudas “juergas”, te estará esperando, a pesar de que a ti no te gusta tanto el jolgorio; tú eres más tranquilo, pero bueno, haz lo que puedas. Tú imagen estará grabada en mi retina cada vez que coja el Callejón Bayoneta, y te veré alejarte a paso lento, de espalda, hacía el camino estrecho del “Chino” hasta perderte en la niebla de mis ojos dejando un haz de luz detrás tuya hasta desaparecer de mi vista como lo has hecho hoy desde la Iglesia de San Nicolás. Vaya desde aquí mi pequeño homenaje a ti con admiración, cariño y respecto, y a tú querida familia, le desea la mayor de las resignaciones por la gran pérdida y este no menos grande, primeramente como padre, esposo, hermano y abuelo, de esta maravillosa zaga de cantaores. No puedo irme sin dedicarte este soneto, que le dedicaron a Juan Breva, al que tú estarás viendo ahora, cuyo título es “Entre la sombra y la luz”. Va para ti con todo mi respecto y admiración. Hasta siempre. Tenía en su garganta sol, arena y minera sal, blanca y fragante, que hacían que su voz fuera un diamante con música y sabor de mar serena. Sufrió la oscuridad, triste condena que ensombreció la luz de su semblante haciendo que la estrella de su cante vagara en la negrura de la pena. Ciego cantó, igual que lo hizo Homero, con firme voluntad, como el acero en lucha sin cuartel con la memoria. Y aquel que hasta a los reyes les cantaba, su desgarrada vida terminaba sufriendo una feroz y cruel dolencia.
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