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Plazas duras
 
 
 
 
 
 
 
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12 de Noviembre de 2009

Imagen activa“Ustedes, asesinos de árboles, os habéis comportado como Judas, quiera la Madre naturaleza, que nunca os tengáis que arrepentir de vuestras fechorías, del daño que habéis hecho, para que nunca jamás ni un solo árbol de nuestro pueblo, tenga que volver a soportar en sus ramas el peso mortal, ni quedar contaminado con la última expiración de gentes tan dañinas.    In Memoriam.  

José Luis Zarazaga.-En el día de hoy ya tengo seguro que las actuaciones de nuestra Delegada de Mal Ambiente, no son  fruto de la ignorancia, ni tampoco un descuido y mucho me temo que no puede ser una acción impulsiva. La destrucción de todo lo que suene a Plaza Pública, arbolado o zona verde, tiene que ser fruto de alguna reunión con nuestra querida Gerente de Urbanismo, la cual tiene por norma una idea muy clara: “las calles y plazas deben quedar limpias de árboles que son un estorbo”.   

En estos días hemos asistido  a la destrucción abusiva del arbolado de tres Plazas Públicas: “Santo Domingo, Hermanas de la Cruz y San Francisco”. A las ocho de la mañana, los currantes tirando de excavadora, ya que la orden era clara han desmembrado y triturado todo rastro del poco arbolado que adornaba dicha plaza, concretamente en días pasados fueron unos naranjos de 25 años de antigüedad y ayer unas robinias de unos 15 años de vigilia, la Celtis cercana  que tantos años lleva alegrando la Semana Santa, espera su turno en el Corredor de la Muerte. Por desgracia no llegará el indulto, ya que quien tiene que concederlo es nuestra queridísima Delegada de Mal Ambiente.  

Pronto solo podremos imaginar su colorido a través del ordenador, ya que los jardines desaparecerán y nunca más volverán a su lugar. Con suficiente voluntad y poca inversión, probablemente se podría haber salvado dicho patrimonio medioambiental de la ciudad, pero eso sería tanto  como pensar que aún estábamos a  tiempo.   

Cuando este Equipo de Desgobierno, aconsejado por una Gerente de Urbanismo que considera que todo lo que suene a naturaleza es un estorbo termine de cambiarle la cara a nuestras calles, el gris se habrá apoderado de todo, sobre todo de aquello que en su origen fue verde.   Siento que los políticos que nos desgobiernan piensan que nadie está dispuesto a luchar, no harán caso  a las críticas, sobre todo de los vecinos que aun conservan la esperanza.   

Plaza de San Francisco, objeto de multitud de cambios a lo largo de su historia, continúa hoy transformándose en el tiempo, unamos la transformación al hormigón como sustancia artificial consagrada con arena, agua, cemento, piedra y aire, es el material utilizado para la construcción por excelencia. Entre sus múltiples virtudes, destaca la facilidad que tiene para moldearse. Y su capacidad de adaptación es tal, que ha encontrado en nuestras calles el molde perfecto. Y es que no hay tregua, señores.                              

Entre las últimas elecciones municipales y las que ahora se avecinan, se ha iniciado una carrera de cambio, cemento y posibilidad de voto. Obras destinadas a alojar vehículos en una ciudad ideal para el paseo y la bicicleta, se eliminan las zonas verdes para cambiarlas por  explanadas de piedra gris, inerte, fría, estática. Dentro de poco tiempo  no quedaran  resquicios de la historia que Sanlúcar puede contar, nos harán olvidar su pasado, lograrán que despreciemos el presente y por último hipotecarán nuestro futuro. 
   

Pero a estos aprendices de político no les importa la concienciación creciente que existe hacia el medio ambiente cuando el poder está en juego. Ahora, cuando estemos paseando por la Plaza de San Francisco y el  viento sople, no caerán las hojas ni bailarán las plantas al son del aire. Sólo se contoneará ligeramente la melena de quien camine sobre el asfalto.  

 Viendo tamaño desatino, a veces me da por pensar en cómo mueren los árboles; cuando no mueren talados, quiero decir. Es casi como preguntarse cómo muere un dios, y no me refiero a la idea de inmortalidad de los dioses, sino cuando los dioses mueren olvidados.    

 Para terminar, y como ya no me quedan ni fuerzas para gritar solo puedo deciros: “ustedes, asesinos de árboles, os habéis comportado como Judas, quiera la Madre naturaleza, que nunca os tengáis que arrepentir de vuestras fechorías, del daño que habéis hecho, para que nunca jamás ni un solo árbol de nuestro pueblo, tenga que volver a soportar en sus ramas el peso mortal, ni quedar contaminado con la última expiración de gentes tan dañinas.    In Memoriam.

 
 
 
 

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