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¡Felices Fiestas!
 
 
 
 
 
 
 
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23 de Diciembre de 2009

Imagen activaAntonio Machado comenzaba uno de sus entrañables poemas con un verso donde nos decía “mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla”.

José Luis Zarazaga.-Hoy este humilde desarticulista cree que no debemos de entrar en polémica y por lo tanto espero que las siguientes líneas sirvan para recordar navidades pasadas a todos aquellos que entrados en la cuarentena son denominados por mi gran amigo Miguel Ángel como señores vetustos. Especial dedicación a mi gran amigo Pepe Fernández que me permite publicar tan extensa diatriba y al que seguro que le traerán a la memoria agradables recuerdos.

Aún recuerdo aquellas Navidades tan alejadas de las que vivimos actualmente, aunque no quiero decir que cualquier época pasada fuera mejor, simplemente que todo evoluciona con el tiempo. Fueron unas Navidades lejanas ya en el tiempo, pero sin duda alguna nada lejanas para el corazón.   

Los Belenes formaron parte de las Navidades de nuestra juventud, en las que alegremente la familia al completo se unía para colocar el nacimiento, los adornos  en las lámparas, puertas y ventanas. A los carteros los hacíamos trabajar de forma extraordinaria en estos días, ya que eran los encargados de llevar a familiares y amigos que residían fuera, nuestra felicitación de Navidad.  

En aquellas épocas existía la costumbre del aguinaldo, pero sobre dicho tema este humilde desarticulista guarda muy vagos recuerdos.  Al igual que en las fechas presentes, la ilusión es lo último que se perdía y por eso el sorteo de la lotería mantenía atentos a la familia delante del televisor y la radio.

Soñábamos con empezar un nuevo año con una ayuda extraordinaria y poder, así realizar todo aquello que hasta entonces no habíamos podido hacer: “salir de vacaciones, comprar un seiscientos o los últimos electrodomésticos que con canciones pegadizas se nos mostraban por televisión.” Si no éramos afortunados se nos decía eso de “esperemos a la del Niño”  

Las familias más pudientes adquirían el típico  pavo de Navidad, nosotros siempre confiábamos en el buen hacer de las madres, que con escaso presupuesto, convertían un simple pollo en el mejor de los manjares.    Los gastos se disparaban en dichas fechas. La familia hacía un esfuerzo extra para disfrutar de las Navidades: “turrón, mazapán, polvorones de la Rondeña y por supuesto la botella de Anís del Mono, para ofrecer a las visitas”   

Si se tenía la suerte de contar con un pequeño aguinaldo, los más jóvenes aprovechábamos la ocasión para comprar los números especiales de los tebeos: “Jabato, El Capitán Trueno, Pumby y muchos otros”, pero siempre se guardaba algo para comprar los imprescindibles petardos.   

La noche del 24 era especial, tenía algo de mágica, diría yo. Las madres haciendo alardes de economía, adquirían en lo que pronto no será nada más que el recuerdo de un entrañable Mercado de Abastos, los mejores productos que se ponían al alcance del bolsillo, para preparar tan esperada cena. Allí estábamos todos en torno a la mesa. En el postre se sacaba, no se sabe de dónde, la caja de polvorones de cinco kilos de la Rondeña. ¡Qué bien sabían los polvorones de canela, los roscos de anís o los alfajores! Era el momento de cantar los primeros villancicos ante nuestro humilde Belén.   

Después, junto a los padres, los más pequeños de la casa escribían a los Reyes Magos, no se conocía la moda del Papa Noel, los juguetes con los que se había soñado durante todo el año: “Los Juegos Reunidos Geyper, El Ibertren, las Muñecas de Famosa, etc.”  

Los más pequeños disfrutaban  de vacaciones escolares y Televisión Española nos ofrecida el famoso y entrañable Especial Vacaciones, donde se disfrutaba de series como Rintin,  Daniel Boom, Los Chiripitiflauticos, la Familia Monster Etc. y los dibujos animados del lagarto Juancho, Tom y Jerry, Pixi y Dixi , Los Picapiedra y el Oso Yogui, así se entretenían aquellas tardes de diciembre.  

Mientras tanto, en la radio sonaban los villancicos: “El Tamborilero o Noche de Paz” de Rafael, y que más tarde los volveríamos a oír en el especial de navidad que todos los años emitía Televisión Española, ya que era la única cadena.   Por la noche, nuestros padres eran más permisivos con los pequeños y se nos dejaba hasta visionar esos programas que estaban clasificados con dos rombos: “Los Intocables, Hawái Cinco Cero,  o el Fugitivo”, aunque la mayoría de espacios seguían siendo musicales, ¡Pero qué más daba, era Navidad!     

Para los que entonces éramos niños, era un logro no irse a la cama con la Familia Telerín.   Las tardes de domingo eran especiales para la familia. Todos al completo íbamos a la sesión infantil del extinto Teatro Principal, para ver esas películas navideñas que tanto nos emocionaban. Entrábamos bien provistos de chucherías que adquiríamos en el Quiosco ambulante del Peña, situado a la entrada.   

Esas fueron las Navidades de los pasados años sesenta y setenta. Aunque se han producido, por fortuna,  muchos cambios en nuestra sociedad, para todos aquellos que las vivimos  permanecerán en nuestras retinas para el resto de nuestras vidas.

   Sirvan estos emotivos recuerdos, para desearos a todos los lectores de este nuestro medio digital, que estas Navidades os regalen Esperanza, Amistad y una Estrella en vuestro hogar. ¡Felices Fiestas!

 
 
 
 

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