Rajoy, ese cómico fracasado reciclado en político segundón, ha tardado casi ocho años en convencer a los suyos de que es un buen líder, aún así no estoy seguro de que lo haya conseguido del todo y anda por Andalucía haciendo bolos de estadio en estadio, soltando chascarrillos y frases hechas, como si fuera un superviviente del Teatro Chino de Manolita ChenJota siroco.-Rajoy, junto al latifundista Javier Arenas, forman una troupe ambulante que aún cree que con cuatro refranes, dos ocurrencias de pata de banco y un enredo con tacos (“hijoputa” y demás) conseguirá convencer a un pueblo tan viejo como este, que anda ya de vuelta de tantos santones y salvadores con demasiadas essssessss en los labios.
A “Marianico el largo”, conste que le falto el respeto con toda consciencia porque él, enchulado en los mítines, se permite llamar -“este”- al Presidente del Gobierno, le falta medio segundo para empezar con la cantinela de Chemari: “¡Váyase usted Sr. Zapatero”…y si no al tiempo. La diferencia es que Aznar hablaba en mejicano, tenía la mala leche de los bajitos, la suerte de los indios rodeando la caravana de John Wayne, la melena pija de un Guti taconero, y Mariano tiene la consistencia de un tocino de cielo y la miserable sorpresa de un huevo kinder. Para mi que la aznaresa no es Rajoy, sino des-Esperanza Aguirre. ¡Estamos buenos!. No sé porqué me da el tufillo de que, si la Justicia hiciera su trabajo con cierta agilidad, el ciudadano Rajoy tendría que sentarse en el banquillo antes que en la Moncloa. Nadie puede creer que Don Mariano, que es tan listísimo y tantísimo sabe, no conociera los presuntos trapicheos de su ex-tesorero, ese tal Bárcenas, y de todos los chorizos que se cobijaban en la orza de Génova. Sólo la decencia me impide nombrar el sitio exacto por donde deben tener agarrado al gran líder de la derecha; el porqué de tan doloroso agarrón no viene al caso escribirlo, pues ya en su día lo dirán los tribunales. Espero En fin, de todas formas, quiero agradecer públicamente su existencia, pues si no, si todos fueran tan planos y aburridos como Montoro o tan lindos como Pons ¿de qué hablaríamos los articulistas de pueblo?. Es una suerte tener a este “grasioso” en el ejercicio de la política, aunque más suerte sería, quizá, no tenerlo.
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