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Una enfermedad sin cura, la hipocresía.
 
 
 
 
 
 
 
Una enfermedad sin cura, la hipocresía. PDF Imprimir E-mail
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03 de Abril de 2010

Juan Manuel GarránA veces que el hombre pierda la fe en su especie queda manifiestamente justificado.

 

Juan Manuel Garrán.-Mientras Obama pelea en EEUU por una reforma sanitaria que atienda y dé cobertura a las personas menos favorecidas, que sufren las consecuencias de un sistema que les cierra o cerraba hasta hace unos días el derecho a la Sanidad Pública, en Sanlúcar existen individuos que luchan porque los enfermos no sean atendidos.-Así es en realidad. La hipocresía se apodera de muchos, perdón, algunos, que defienden como en el clásico cinematográfico de Ben-hur, que los leprosos o lo que es lo mismo, los enfermos de diferentes patologías relacionadas con el juego, el alcohol o las drogas, se marchen a las afueras de la ciudad al valle de los apestados, porque en esta sociedad no hay lugar para ellos.

 

 

Tremendo, duro y vergonzoso de oír en pleno siglo XXI, pero además absurdo.

 

Quizás hay que recordar que en nuestros hospitales, como  en el Virgen del Camino, se atienden casos de contagios, SIDA, enfermedades de muy diferentes patologías asociadas a muy diversas causas, consecuencias de la sociedad en la que vivimos a diario.

 

Quizás hay que recordar que en nuestros centros de salud, como el de la Calzada, se administra  metadona a enfermos que necesitan desgraciadamente estos tratamientos porque quieren y necesitan curarse y salir del circulo mortal de la heroína o al menos intentarlo, que no es tarea fácil.

 

Quizás hay que recordar que el solar donde la Diputación Provincial construirá el nuevo ambulatorio con especialidades para curar a fumadores, jugadores de maquinitas infernales que arruinan sus hogares, bebedores o enfermos adictos a determinadas drogas, ese mismo espacio, es desde hace muchos años un “chupadero”, un centro de  venta de drogas  y un escombrero indigno de una ciudad como esta.

 

Quizás hay que desear y por ello evitar recordar algún día, que los tratamientos y la prevencion, la solidaridad y el compromiso de la sociedad es necesario para que las personas  con patología  de adicciones que lo necesitan puedan ser debida y dignamente atendidas.

 

Sólo la intolerancia, solo la insolidaridad y quizás otros intereses que no sean los de siempre, pueden mover a personas de esta ciudad a desear tan semejante aberración, eso sí ya demostrada por otros vecinos de otra zona de la ciudad.

 
 
 
 

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