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Medidas del gobierno
 
 
 
 
 
 
 
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14 de Mayo de 2010

Medidas del gobierno para … ¿qué?

 

Tras el anuncio de las medidas del gobierno para reducir el gasto público, por cierto medidas provocadas por la presión de la U.E.,  no podemos menos que hacer una reflexión amplia y retrospectiva sobre las posibles consecuencias, negativas o positivas, que pueden conllevar para la vida de los ciudadanos de a pie  de este país. 

La primera que debemos considerar es si este reajuste presupuestario traerá consigo una mejora del número alarmante de trabajadores y trabajadoras en paro. Este es el primer factor para reactivar la vida económica de un país, pues esto conlleva el movimiento de las empresas, sobre todo de las pequeñas empresas.

 

No parece muy probable que recortando el gasto público, es decir, en inversiones y contratación de personal para todos los servicios públicos, se consiga este objetivo. Tengamos en cuenta el número de personas que dependen de la contratación eventual para sustituciones por enfermedad o vacaciones del personal a cargo de la Administración en todos los niveles, desde las diversas oficinas públicas, a la sanidad o la educación. Esto supone una elevación de personas paradas de larga duración, que no cotizarán ni aportarán al erario público. Y por otra parte, si se paraliza la inversión en infraestructuras públicas, habrá otras miles de personas que se quedarán sin empleo gracias a que múltiples empresas que dependen de estas actividades que promueve el Estado tendrán que cerrar por falta de liquidez. Por lo tanto el efecto inmediato es un aumento bestial del número de personas desempleadas.

 

En segundo lugar, la falta de personal en los distintos servicios públicos acarreará una saturación del trabajo que se desempeña en ellos, es decir, si en un negociado hay tres personas para atender al público y realizar todos los trámites  para cursar, por ejemplo una pensión, una viudedad, un trámite judicial, etc., etc., etc… y todo ello con un plazo razonable, al haber menos personas la conclusión es obvia. No digamos si en un servicio sanitario en lugar de haber cuatro o cinco personas sólo hay dos. Que no nos toque ponernos enfermos. Como consecuencia inmediata los servicios públicos empeorarán enormemente, con lo que podemos encontrarnos con el razonamiento de que sería mejor privatizarlos, lo que todos sabemos ya cual sería el resultado.

 

En tercer lugar el recorte, en cuestión salarial, sólo afecta a los funcionarios, cuyos sueldos van desde los 900 €, y a los cargos ministeriales, pero no habla nada de diputados y senadores (actuales y los que cobran de por vida), ni demás estamentos políticos locales, provinciales o autonómicos, ni por supuesto del gran número de asesores dependientes de estos cargos, que en ocasiones ganan bastante más. Tampoco ha mencionado a la Casa Real, por cierto. Habría que recordar que el funcionariado siempre ha sufrido subidas salariales por debajo del I.P.C., desde…. Ni me acuerdo. Sin mencionar que ya ha sufrido varias congelaciones salariales que nunca se han recuperado. Esto no contribuirá a su buen humor, seguro.

 

En cuarto lugar, antes de recortar gastos públicos que se enfocan al bien de todos los ciudadanos, sobre todo a los más necesitados, no se han contemplado medidas para igualar los “esfuerzos” como por ejemplo recuperar el suprimido impuesto sobre el patrimonio que afecta sobre todo a los que pueden comprar un Miró o un Picasso (yo me conformo con litografías y cuando tengo dinero les pongo un marco de los “chinos”), o exigir que ahora, en estos momentos difíciles, sea la banca la que “acuda” al rescate de los estados, o decir a nuestras estrellas de fútbol que se ha acabado lo de pagar menos impuestos que el resto de los españoles, o …

 

En quinto lugar no podemos olvidar quién inicia esta crisis, quien se está beneficiando con la especulación en los mercados bursátiles, quién está atacando directamente a la moneda europea para hundirla y provocar un desajuste de valores a nivel mundial, quién ayudó a la banca. En definitiva, todo esto nos lleva a desenmascarar a los grandes capitalistas que se han propuesto ventilarse de un plumazo todos los avances laborales y de bienestar de la gran clase media para retrotraernos a lo más profundo del siglo XIX, donde el obrero no era más que un esclavo encubierto.

 

En sexto lugar, y mucho más impopular, sería criticarnos severamente por los abusos en el cobro fraudulento de ayudas, prejubilaciones, desempleo, etc. Que todos sabemos que “haberlos, hay los”. Es decir, la conciencia cívica de que este país depende de todos y que el dinero que se da es nuestro, sin excepción, y que el que defrauda a Hacienda nos defrauda a todos, incluso a él mismo, aunque no lo crea.

 

No quiero dejar pasar que estas medidas han calado en la satisfacción de muchos  conciudadanos que en tiempo de vacas gordas se reían cuando un funcionario (de cualquier estamento) les comentaba acerca de su sueldo y se pavoneaban de lo que ingresaban ellos al mes, pero ahora que las cosas vienen mal dadas , envidian el sueldo “fijo” y la estabilidad laboral que tienen, sin tener el más mínimo remordimiento ni recuerdo de cómo se accede a una de las competidas plazas de la función pública, porque aquí a nadie le han regalado nada y son tan obreros como ellos. España sigue siendo un país de envidiosos.

 

Todo esto mezclado en su justa medida puede provocar un gran malestar social de enfrentamientos, incluso entre la clase trabajadora (incluyo al funcionariado, por supuesto), mientras que “los de siempre” guardan a buen recaudo en paraísos fiscales sus pingües beneficios y se frotan las manos por lo que vendrá. Decía un estribillo de los que se oyen en las manifestaciones: “Los ricos no lloran, los ricos se ríen, y nosotros lloramos para que nos fíen”

 

Todo esto me hace llegar a la conclusión de que las medidas del Gobierno, en lugar de mejorar la vida de los españoles y españolas, sólo mejorará las expectativas de los que están deseando, y procurando, que esto se hunda para invertir convenientemente y, con el disfraz de Salvadores del Reino, hacer el agosto más vil y maquiavélico de la historia de la humanidad moderna. Ya lo decía Quevedo: “Poderoso caballero, Don Dinero.”

 

Ahora, eso sí, en Europa, gobernada mayoritariamente por la derecha, y en América nos han dado unos golpecitos en la espalda por hincar la rodilla y sucumbir, por fin, a sus “buenos consejos”. ¡Viva España libre!

 

Fdo.- Manuel Comesaña Romero

 
 
 
 

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