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El derecho al descanso
 
 
 
 
 
 
 
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17 de Julio de 2007

 

Es algo más que una evidencia que hoy por hoy, la guerra contra el ruido la tenemos perdida los ciudadanos que de una forma u otra luchamos contra esa lacra en una sociedad cada día más estresada.


No estamos seguros que el resultado final de esa incruenta guerra contra el ruido nos sea favorable alguna vez, pero no desistimos en nuestro empeño para mejorar nuestra salud mental y física, aliviándonos con la supresión de tan indeseable acompañante decibélico.

 El ruido, dicen los médicos, afecta a nuestra presión arterial, disminuye la libido, altera nuestro sueño y biorritmo, pérdida de atención, dificultad para comunicarnos, pérdida de oído, retraso escolar, conducta agresiva, trastorno del sistema inmune etc. etc. ( ver http://www.ruidos.org/Referencias/Ruido_efectos.html).

Sin embargo seguimos sin concienciarnos en esta materia, más por causa de una falta de respeto hacia los demás que a un desconocimiento teórico sobre las consecuencias de sufrir los efectos del ruido. No es de recibo que un ciudadano decida “quemar” sus altavoces a las cuatro de la tarde con la única argumentación que en su casa puede hacer lo que quiera.

 No es civilizado usar la pirotecnia para “transmitir” al mundo que estamos  contentos, haciéndolo  saber a todo ser viviente a mí alrededor. No es ético demostrar mis sentimientos religiosos haciendo tronar uno tras otro petardos y cohetes cada “viva la Virgen del Carmen” comenzando a las tres de la tarde para finalizar a las dos de la mañana.

 Tampoco es políticamente correcto, aunque parece que si, que las autoridades locales permitan todas esas tropelías contra la salud de los ciudadanos, por una minoría que olvidan que miles de sanluqueños que tienen que dormir para trabajar al día siguiente, no puedan hacerlo hasta que unos pocos de  descerebrados se queden sin pólvora.

 Imponer tu alegría a los demás con el ruido suficiente para asegurarte que te escuchan en 2 millas a la redonda, no es solo un acto de irresponsabilidad y atentado contra la salud, sino que además es un acto totalitario impuesto a los que te rodean, comulguen o no con tus ideas o con tus alegrías, porque conculcan todos los derechos al descanso que necesitamos y exigimos los que no queremos contribuir con el gasto sanitario del SAS, adquiriendo la farmacología necesaria para obligar a Morfeo  que visite nuestras alcobas.

 El derecho a divertirse no puede estar por encima del derecho a descansar por muy divina o tradicional que sea la homenajeada en su onomástica.

 
 
 
 

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