Desde el templo del Lucero

viernes, 12 de abril de 2024

Observaciones sobre algunos errores e indicios de presunto plagio detectados en “Aproximación histórica a la Fundación Francisco de Paula Rodríguez de Sanlúcar de Barrameda (1811-1980)”, de José María Hermoso Rivero.

 






Ana Gómez Díaz-Franzón

Dra. Historia del Arte


Este trabajo, galardonado con el II “Premio Francisco de Fuentes” 2023, convocado por la Fundación Hermandad de la Santa Caridad de Sanlúcar, ha sido publicado, en formato papel, por Cartare. Revista de Humanidades, nº 14, Vol. 2. Sanlúcar de Barrameda, 2024; y ha contado con el “patrocinio económico de la Excelentísima Diputación Provincial de Cádiz”, cuya entidad también ha sufragado la dotación del premio (1.200 euros).

En la cubierta de esta publicación se lee: “Número especial dedicado al Premio de Investigación Francisco de Fuentes de la Fundación Hermandad de la Santa Caridad y Pobres Desamparados de Sanlúcar de Barrameda, con trabajos de José María Hermoso Rivero y Jesús Vegazo Palacios”, sin que aparezcan los títulos de los trabajos premiados.

Estos títulos tampoco se hallan en la portada o “portadilla”, que no existe, como tampoco un sumario de revista al uso. Tras dos presentaciones del director de la revista, Antonio Romero Dorado (también miembro de la Junta directiva de la Fundación Hermandad de la Santa Caridad), y de Francisco Javier Vidal Pérez, Vicepresidente segundo de la Diputación Provincial de Cádiz; así como un prólogo del Presidente de la Fundación, que avala la publicación y se refiere a ésta como “libro” en tres ocasiones, se localiza una especie de índice o tabla de contenidos, donde (ahora sí) se reseñan los títulos de los dos trabajos galardonados (premio y accésit) y el desglose de sus apartados.

Esta revista, que no se ha presentado públicamente y que, de momento, no se encuentra a la venta en librerías, sólo puede ser consultada por los usuarios de la Biblioteca Pública, a través de dos ejemplares que Hermoso Rivero depositó el día 22 de febrero de 2024. Desconozco si se vende o se obsequia en la sede la Fundación, la iglesia de los Desamparados, aunque se ha de suponer que, al menos, a la Diputación de Cádiz habrán remitido varios ejemplares, por ser la entidad patrocinadora.

Según consta en el colofón de la revista, ésta se terminó de imprimir el día 20 de enero de 2024. Transcurridos casi tres meses y no habiéndose publicado online el trabajo ganador, como estipulan las bases de la convocatoria de este Premio, cabría considerar, por ahora, que queda vulnerada esta otra base de la convocatoria (la tercera). Tampoco edita la Fundación, como también exigen las bases, sino la revista Cartare, ni esta Fundación aparece en los créditos. Tan sólo en la contraportada se encuentra impreso, en  gran tamaño, el escudo de la Fundación, junto a los logos de las otras entidades implicadas (Diputación y Cartare).

Desde la perspectiva formal, a pesar del lujo del papel cuché de graa gramaje utilizado, la maquetación es inexistente. No se ha diseñado para formato papel, obviándose los márgenes interiores, lo que dificulta bastante la lectura. Por lo demás, la edición es pésima: tipografía desmesurada, tablas interiores desproporcionadas, faltas ortográficas, errores de acentuación, abuso de transcripciones, etc.

Rafael Ibáñez García, Presidente de la FHSCPDSB (Fundación Hermandad de la Santa Caridad y Pobres Desamparados de Sanlúcar de Barrameda), en su prólogo, enumera a los miembros del jurado de este Premio, del que dice que “tras un estudio riguroso de las obras presentadas, ha determinado qué trabajos han sido premiados y seleccionados para formar parte este libro”. Poco conocimiento ha demostrado tener este jurado respecto a las últimas publicaciones que versan sobre el mismo tema premiado, aunque me consta que alguno de sus miembros se hallaba informado sobre mis últimas publicaciones, que tratan sobre el mismo asunto que el trabajo premiado.

En su momento, expuse públicamente mis dudas sobre las posibles irregularidades y vulneración de las bases de la convocatoria de este Premio, que me llevó a iniciar el proceso para su impugnación. Se puede consultar al respecto: "Impugnado el II Premio "Francisco de Fuentes" de Sanlúcar de Barrameda, por incumplir sus bases e infringir la Ley de Subvenciones."

Ahora, tras la lectura del trabajo del Sr. Hermoso Rivero (Chema Hermoso), cuyo contenido es coincidente con una parte de los artículos que he publicado, entre julio de 2023 y enero de 2024, sobre la vida y legado de Francisco de Paula Rodríguez, me siento en la obligación de efectuar estas observaciones, a fin de no llamar a engaño y confusión a los posibles lectores de ambas investigaciones. A continuación, enumero estas observaciones, según aparecen en las páginas de la revista. En primer lugar, cito fragmentos del texto del Sr. Hermoso, entrecomillados y en cursiva, a los que siguen mis respuestas (en punto y aparte).

 

El trabajo titulado “Aproximación histórica a la Fundación Francisco de Paula Rodríguez de Sanlúcar de Barrameda (1811-1980)”, de José María Hermoso Rivero, está subdividido en cinco apartados o capítulos, cuyas horquillas cronológicas no coinciden con la realidad histórica, e incluso se contradicen en el propio texto, de igual forma que ocurre con las fechas consignadas en el título del trabajo.


Página 1.

En la “Introducción”, que dedica el Sr. Hermoso Rivero a la figura de Francisco de Paula Rodríguez, se advierten varios errores:

 Francisco de Paula Rodríguez Bejarano, caballero de la Orden de Carlos III, intendente de Provincia, comisario ordenador honorario del consejo de su majestad en el Supremo de Hacienda y tesorero general jubilado.

Debería decir: Ejerció como Guardalmacén de artillería en Cartagena, donde fue nombrado Comisario de Guerra honorario (ca. 1794), e Intendente de Provincia de Primera Clase con carácter honorario (1795). En 1797 fue nombrado Tesorero General del Real Consejo de Hacienda, pasando a vivir a Madrid. Cuando se asentó en Sanlúcar, se encontraba en situación de jubilado de este último cargo.

2º. “… ordenó que todos sus bienes fueran utilizados en la creación de un colegio dedicado a los pobres.

Debería decir “un colegio destinado a la educación de la juventud” (cláusula 28 del testamento); o “Colegio que para la buena educación de la juventud” (adicción 1ª); o bien, para mayor exactitud: “un colegio en esta ciudad, donde el pobre encuentre educación, enseñanza y protección; la juventud, un freno, el cuerpo, alimento, ilustración el espíritu; la Patria ciudadanos útiles, el Estado miembros sabios, y la Iglesia ministros dignos” (Plan y Reglas para la erección del colegio, 1811).

3º. primer Seminario Menor en 1831.

El autor está empeñado en que el primer Seminario Conciliar San Francisco Javier, del Arzobispado de Sevilla, establecido en Sanlúcar (1831-1842) con los bienes de Francisco de Paula Rodríguez, no fue “Conciliar”, sino “Menor”. Ya defiende esta tesis en otro artículo sobre el colegio de los escolapios publicado recientemente (también con bastantes errores). Si fuese así, otros autores, que han escrito sobre este asunto, mucho más versados en materia eclesiástica, lo hubieran advertido en sus textos. Además, llamar a este Seminario "Menor" puede confundirse con el otro Seminario Menor (esta vez sí), que también se estableció en Sanlúcar entre 1942 y 1961.

4º. “En 1868 el patronazgo integrado por los sacerdotes de la ciudad y presidido tradicionalmente por el párroco de la Iglesia Mayor consiguió la cesión del antiguo convento de San Francisco donde se estableció un colegio dirigido por los padres escolapios.”

Al parecer, nunca se consiguió la cesión formal del antiguo convento de San Francisco. Al menos, no se ha localizado el documento de cesión. La Fundación ocupó la finca con el beneplácito de las autoridades civiles (que cobraban rentas por los alquileres de las viviendas ubicadas en el antiguo convento), y construyó un colegio (1868), sobre los restos del convento, para destinarlo a colegio de los padres escolapios. Ya en 1936 la Fundación inscribió la propiedad de la finca en el Registro de la propiedad.

5º. la institución [Fundación] siguió gestionando la fortuna de Rodríguez hasta 1875 cuando el Estado se apropió de todas las fincas que no estaban siendo utilizadas con fines caritativos canjeándolas por títulos de deuda pública.”

La Fundación Francisco de Paula Rodríguez (en adelante F. de P. R.) continuó gestionando los bienes (bonos del Estado y vinos) más allá de la enajenación y subasta por el Estado de las fincas rústicas y urbanas en 1874-1875. El colegio no pudo enajenarse, no por ser utilizado con “fines caritativos” (que no era caridad, sino educación bien pagada), por no ser propiedad en aquellos años de la Fundación, pues no se inscribió en el Registro de la Propiedad hasta 1936, como ya se ha mencionado.

viernes, 22 de marzo de 2024

Las botellas como objetos publicitarios en el Marco de Jerez (1850-1935).

 

Ana Gómez Díaz-Franzón

Dra. Historia del Arte


Este artículo fue publicado en Revista de Historia de El Puerto, nº 39, 2007 (2º semestre), pp. 99-120. [ISSN 1130-4340]. Aunque puede descargarse de la web de esta revista, las imágenes ofrecen una resolución baja, por cuya razón se reproduce ahora tal como se publicó en su día.


Resumen: Desde las últimas décadas del siglo XIX el diseño de las botellas del actual Marco de Jerez se empezó a constituirse en en uno de los elementos diferenciadores del producto. A partir de la Ley de la Propiedad Industrial de 1902 aumentaron los registros oficiales de botellas procedentes del Marco de Jerez. Muchos de estos envases salieron de las fábricas de botellas instaladas en la comarca -El Puerto y Jerez- desde mediados del siglo XIX, al calor de la creciente industria vinatera.

Palabras clave: botella, diseño comercial, marcas de fábrica, modelos industriales, fábricas de botellas.

 

Aunque los primeros embotellados de vinos comercializados en Europa se remontan al siglo XVIII, su generalización no se iniciará hasta las primeras décadas del siglo XIX. Todavía en aquellos años, el embotellado se efectúa en pequeñas cantidades, pues resultaba un sistema bastante más costoso que la comercialización a granel en botas, debido al mayor peso y volumen de las botellas. Por tanto, las ventas de caldos embotellados aumentarán progresivamente desde las últimas décadas del siglo XIX y sólo para ciertos mercados. En tal sentido, las primeras noticias localizadas sobre vinos embotellados en el Marco de Jerez se refieren a Manuel María González Ángel -fundador de González & Dubosc, luego González Byass-, quien se encuentra exportando vinos embotellados -manzanilla, pajarete, moscatel, pedro jiménez- a Filipinas y Latinoamérica ya en 1839, sólo cuatro años después de la creación de esta bodega, además de otras remisiones que realiza en 1846 dentro del territorio nacional[1]. Pero aún en estas fechas el vino embotellado está considerado como un artículo de lujo y distinción.

Ya en las últimas décadas del siglo XIX, el embotellado se encuentra plenamente asentado en el actual Marco de Jerez, aunque hasta el momento se desconocen cifras exactas referidas a las ventas de estos vinos envasados, puesto que en la documentación los volúmenes de comercialización casi siempre se expresan en arrobas, las cuales podían venderse tanto en botellas como a granel. En estos años finales de la centuria decimonónica, prácticamente todas las bodegas de expedición contaban con instalaciones específicas para el embotellado de sus caldos, hallándose en ocasiones bien diferenciadas las salas dedicadas a embotellar los vinos con destino a América respecto a los dirigidos al territorio nacional, como ocurría en las bodegas de Cayetano del Pino y Cª.[2]

De todas formas, las noticias que se tienen al respecto ponen de manifiesto el escaso porcentaje que aún suponían los embotellados respecto al vino vendido a granel. Mientras que en el mercado nacional se fue imponiendo poco a poco el jerez embotellado comercializado bajo marca, en las exportaciones continuó prevaleciendo el granel, de forma que todavía en 1970 las ventas de jerez en botellas no llegaban al 10 por ciento de la exportación total. Por tanto, tras un siglo y medio, desde que se iniciara el embotellado en origen, más del 90 por ciento del jerez se exportaba sin las garantías que ofrece el producto embotellado. Sin embargo, a partir de 1971 ascienden las exportaciones de jerez embotellado, aumentando desde entonces a buen ritmo, al situarse en 1983 en un 54,41 por ciento[3], mientras que en el año 2000 la comercialización de vinos embotellados en el Marco de Jerez alcanzaba ya en un 96,5 por ciento[4].

Paralelo a este fenómeno de aumento progresivo del embotellado, se ha ido produciendo la creciente aplicación de diferentes formas y diseños en los envases de los caldos, registrándose oficialmente cada vez más estas originales botellas, las cuales actúan como destacados elementos identificadores y diferenciadores del producto en los diversos mercados.


La botella jerezana: un envase de "dominio público". 

La función principal de una marca es identificar y distinguir convenientemente el producto o servicio de una determinada empresa o zona productora, respecto a los elaborados por la competencia, al objeto de atraer, además de no confundir, al posible consumidor. Entre los signos y medios materiales que podían constituirse en marcas de fábrica, según la Ley de la Propiedad Industrial de 1902, se encontraban ya recogidos los envases o recipientes, los cuales debían contar con la cualidad de poder ser reproducidos mediante un diseño o cliché[5]. Asimismo, en la actual legislación sobre Propiedad Industrial (2001), las formas tridimensionales de los envases se señalan como signos susceptibles de constituirse en marcas[6].

Para que pudieran registrarse oficialmente los envases, a principios del siglo XX, éstos debían tener “una forma típica o característica que los diferencie y distinga” de los que otros industriales hubiesen adoptado con anterioridad, así como de aquéllos que se utilizasen de forma muy generalizada en una determinada zona, para envasar y contener determinados productos, perteneciendo estos últimos “al dominio público”, por lo que no podrían ser registrados como propiedad exclusiva de ningún empresario en particular[7].

martes, 19 de marzo de 2024

Contestación al artículo “Gritos y silencio”, de Antonio Aguayo Cobo.

Opinión presunto plagio

Fragmento de la contraportada de
una nota de precios de Manuel Misa (Jerez). 
(Col. Garvey),


Al parecer, el asunto de presunto plagio, que di por zanjado, no lo está para Antonio Aguayo Cobo, que el pasado día 10 de marzo de 2024, un día después de haberse modificado su artículo en la revista, y un  día después de que yo actualizara mi publicación en este blog, escribió un artículo titulado “Gritos y silencio” en su blog “Lenguajes silenciosos”, sin firmar. Para saber quién lo escribe hay que irse a la pestaña “Contacto” y pergeñarlo por el correo electrónico.

A pesar de haber llegado a un acuerdo con la dirección de la Revista de Historia de El Puerto, y supuestamente con el autor, para modificar el artículo del Sr. Aguayo, “La influencia del mundo clásico en las etiquetas del jerez", que se publicó de nuevo (9 de marzo), incluyéndose la procedencia de las imágenes, como se hace en cualquier artículo científico y en cualquier revista científica, Antonio Aguayo se despacha bien con mi persona en este otro artículo escrito en su blog.

Aunque eliminé un par de párrafos de la publicación original de este blog, ante un escrito  amenazante que recibí del abogado del Sr. Aguayo, Manuel Molina Suárez (día 12 de marzo), donde se me acusaba de vulnerar el "derecho al honor" (¡Vaya!) del Sr. Aguayo en esta publicación, con indicación de los párrafos en cuestión, algunos de los cuales he eliminado para no abundar más en este asunto. Una vez corregido el artículo, este tema no me interesa lo más mínimo.

Aguayo Cobo, en su artículo "Gritos y silencio" (que he leído hoy, 19 de marzo, por casualidad), no sólo niega que haya cometido un presunto delito de plagio, al copiar algunas imágenes, que ilustra su artículo, de mi trilogía Imagen publicitaria del Marco de Jerez (1868-1936), sino que niega la mayor. Total, dice, si son "unas cuantas imágenes"… Y eso que el Sr. Aguayo es editor. ¡Qué poca confianza me daría dejarle a usted un manuscrito para publicar!

Sr. Aguayo, respondo a su artículo por partes:

Párrafo 1º. No entraré en su personalísima concepción de Arte. Cada cual puede tener la suya, pues la obra artística se presta a numerosas subjetividades.

Párrafo 2º. Escribe usted: “Las etiquetas del Marco del Jerez, sobre todo en su época de esplendor a finales del s. XIX y principios del XX, hasta la Guerra Civil, que acabó con tantas cosas, son una forma de arte, al menos yo así lo veo, aunque no sea aceptado por todos, o al menos por alguna. Poco importa que se trate de un objeto litografiado, y que como tal pueda haber cientos, tal vez miles ejemplares del mismo modelo. La belleza de las etiquetas y también de los carteles, así como su profundidad semántica, es indudable, poco importa que se repita, que se multiplique, que haya cientos, no por ello pierden su belleza y perfección, no por eso dejan de ser arte.”

Ya comenté este extremo, pero repito. Tras realizar un estudio creo que bastante exhaustivo sobre esta materia, considero que la mayor parte de las etiquetas no son obras de arte, excepto un grupo de piezas -carteles, anuncios, etiquetas..., que fueron obras realizadas específicamente por artistas de la época.-, por ser bonitas estampas litográficas seriadas, cuyas composiciones están copiadas de grabados, litografías, pinturas, etc., las cuales les sirvieron de modelos iconográficos, como demuestro en mis libros.

Resulta raro que ahora hable usted de carteles, pues en su artículo sólo nombra este término en una ocasión, que además es una cita de otro autor, y nunca en referencia a las imágenes que lo ilustran, pues en todo el texto usted confunde, como ya le dije, carteles, anuncios y otros soportes publicitarios con etiquetas, lo que denota su escaso conocimiento del tema.

Por cierto, en las últimas décadas se está experimentando una nueva época de gran riqueza gráfica y publicitaria en todo lo referido a la publicidad del mal llamado Marco de Jerez, es decir, que aquélla de entre-siglos no fue la única "época de esplendor".

sábado, 9 de marzo de 2024

La casa del Marqués de Casa Arizón en 1988 (I)

 

Casa del marqués de Casa Arizón en 1988. (Foto: Mariqui Romero).

Ana Gómez Diaz-Franzón

Dra. Historia del Arte


En este artículo, publicado en 1988 (El Semanal, Suplemento Cultural, N.º 6. Sanlúcar, 1988), se describe el conjunto de casas-almacenes, propio de cargadores a Indias, del marqués de Casa Arizón (siglos XVII-XVIII), situado en Sanlúcar de Barrameda (Cádiz), por entonces el más completo y mejor conservado de Andalucía.

Al año siguiente (1989) el inmueble fue vendido por la familia Arizón a la empresa inmobiliaria Dainursa, propiedad del economista Ramón Tamames y el arquitecto Javier Olaciregui, más tarde denominada "Casa Grande Arizón, S. L.". También en 1989 fue declarado BIC, quedando el conjunto abandonado durante veinte años, para más tarde ser destruido y convertido en pisos y hotel, que terminaría siendo subastado por declaración de ruina del propietario. Este último proceso de degradación será recogido en un próximo trabajo.

Se ha respetado el texto original de 1988, al que sólo se han añadido algunas notas aclaratorias entre corchetes.

Se han incorporado nuevas fotografías respecto al artículo original.

El artículo original se puede consultar en Academia.edu.


Conjunto residencial-comercial.

Importancia del edificio.

El estudio y conocimiento de la Casa del Marqués de Arizón es de sumo interés para comprender la arquitectura civil sanluqueña del siglo XVIII y, específicamente, de las casas de los cargadores a Indias, construidas durante esta época en el marco geográfico de la Bahía de Cádiz.

La función comercial, además de la residencial, de estas casas van a incidir directamente en su conformación estructural y en la inclusión de algunos elementos arquitect6nicos muy concretos.

Esta tipología se va a desarrollar evolutivamente, a medida que crecía en importancia la actividad comercial del cargador de Indias, reflejándose siempre ese doble carácter de su funcionalidad en el binomio: zona residencial-zona comercial, almacenándose en ésta ultima las mercancías para el embarque.

El conjunto edificatorio es, por tanto, un testimonio importante para conocer el papel histórico que ha jugado la ciudad de Sanlúcar en las relaciones comerciales establecidas durante los siglos XVII y XVIII, no sólo con respecto al continente americano, sino también en las referidas a la cooperación económica entre el comercio catalán y el andaluz, debido a los intensos contactos que tuvo la Casa de Arizón con Cataluña.

Aunque existen otros edificios en Sanlúcar que poseen características semejantes a la Casa de Arizón (situadas en la calle Trascuesta, plaza de la Salle, calle Bolsa, calle Caridad, etc.), es ésta la que reviste una importancia excepcional, ya que es el único conjunto completo que, tipológicamente, contiene todos los elementos propios de la casa de un cargador de Indias, referidos a su doble función y hablándonos de la activa participación que tuvo Sanlúcar en la aventura americana durante los siglos XVII y XVIII.

 

Ubicación y entorno

La ubicación del edificio vendrá determinada por su función comercial, erigiéndose en el antiguo Barrio de la Balsa, que se conforma a partir del siglo XVI, junto a la línea de playa, por pescadores y hombres del mar. Este arrabal marinero resurgirá tras un periodo de decadencia, a finales del siglo XVII como una zona de gran actividad comercial y marítima, motivado por la construcción de un muelle, en 1688, al pie del castillo del Espíritu Santo que, aunque no llegó a finalizarse, sirvió como embarcadero durante bastante tiempo, edificándose al mismo tiempo y para su defensa el fuerte de San Felipe, destruido a lo largo del siglo XVIII por la acci6n corrosiva del mar.

La familia Arizón, a su llegada a Sanlúcar, elegirá este lugar clave para centralizar su residencia y sus transacciones comerciales. Actualmente [1988], el edificio se desarrolla conformando parte de una manzana, dando fachadas a tres de las calles, esto es, a la calle Banda de la Playa, callejón de los Félix [desaparecido] y a calle Divina Pastora, donde se abre la fachada principal.

 

lunes, 4 de marzo de 2024

En torno al presunto plagio de imágenes en el artículo “La influencia del mundo clásico en las etiquetas del jerez (la etiqueta como forma emblemática)”, de Antonio Aguayo Cobo, extraídas de los tres volúmenes de la obra "Imagen publicitaria del Marco de Jerez (1868-1936)", de Ana Gómez Diaz-Franzón. (Solucionado)


ACTUALIZACIÓN (9-3-2024). Gracias a las gestiones realizadas por la dirección de la "Revista de Historia de El Puerto", el problema del presunto plagio de Antonio Aguayo Cobo se ha solucionado. Han corregido el artículo, citando en las imágenes correspondientes, inicialmente copiadas de mi trilogía "Imagen publicitaria del Marco de Jerez", la procedencia de las mismas. Por parte del Sr. Aguayo, ni una mínima disculpa. Doy este desagradable asunto por zanjado. 

Dejo enlace al artículo en cuestión, ya corregido: https://www.revistadehistoriade-elpuerto.org/.../71...

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Opinión presunto plagio


Recientemente se ha publicado el artículo titulado “La influencia del mundo clásico en las etiquetas del jerez (la etiqueta como forma emblemática)”, en la Revista de Historia de El Puerto, Nº 71 (Segundo semestre) 2023, ISSN: 1130-4340, cuyo autor es Antonio Aguayo Cobo.

Este artículo se encuentra ilustrado con una serie de imágenes, algunas de las cuales parecen están copiadas directamente de los tres volúmenes que componen la trilogía Imagen publicitaria del Marco de Jerez (1868-1936). Sevilla, Universo de letras, 2018, 2019 y 2020, cuya autora es Ana Gómez Diaz-Franzón, sin que se cite su procedencia, aunque esta obra aparece en la bibliografía, por lo que se supone que el autor del artículo la habría consultado. Personalmente, creo que el Sr. Aguayo no ha leído estos libros, más bien les ha servido para plagiar, presuntamente, algunas de las imágenes publicadas en esta obra.

Algunas de las imágenes presuntamente plagiadas son las siguientes:


Artículo de Antonio Aguayo Cobo

Libros de Ana Gómez Díaz-Franzón


Se ha copiado este antiguo cartel, que no etiqueta, de la bodega Hidalgo y Cía., que fue realizado Reims (Francia), y que fue fotografiado por la Ana Gómez Díaz-Franzón en la sede de bodegas Hidalgo-La Gitana, hace más de veinte años. (La imagen pertenece al Vol. I de Ana Gómez).

domingo, 25 de febrero de 2024

El palacio Orleáns-Borbón de Sanlúcar de Barrameda (actual Ayuntamiento)

 

Palacio Orleáns-Borbón. Fachada posterior. (Foto: Mariqui Romero, 1989).


Ana Gómez Díaz-Franzón

Dra. Historia del Arte

 


Allí extendió el horizonte de su dominio a medida que avanzaba su pensamiento… el príncipe [Montpensier] pudo integrarse en Oriente. Su palacio tiene el extraño aspecto y la irregular belleza de las moradas de aquel país de genios.

(Antoine de Latour, en La Bahía de Cádiz, 1857).

 

El Palacio Orleáns-Borbón (1852-1876), inscrito en el Catálogo General de Bienes del Patrimonio Histórico de Andalucía en 2007, ubicado en uno de los ángulos de la antigua muralla, fue rehabilitado entre 1987 y 1990 para la instalación del Ayuntamiento de Sanlúcar.

Tiene su acceso principal en el ángulo que forma la cuesta de Belén con calle Caballeros por donde, a través del afrancesado tratamiento arquitectónico de la entrada, penetramos en un exquisito jardín romántico que nos transporta a un mundo íntimo y orientalista, pletórico de color y fantasía.


Palacio Orleáns-Borbón. Pinturas del techo del Salón Bambú (actual Alcaldía). Retrato de los duques de Montpensier vestidos a la oriental. (Foto: Mariqui Romero, 1989).

El palacio fue mandado edificar por los duques de Montpensier, Antonio de Orleáns y María Luisa Fernanda de Borbón, hermana de la reina Isabel II, como residencia veraniega, cuando llegaron a la Baja Andalucía tras el derrocamiento en Francia del padre del duque, el rey Luis Felipe de Orleáns, y se instalaron en el  palacio de San Telmo de Sevilla.

La edificación agrupa tres antiguas construcciones de distintos estilos y cronologías: de izquierda a derecha, el antiguo Seminario Conciliar de San Francisco Javier (edificio religioso instalado sobre una antigua casa del XVIII, adquirido por el Duque en 1853); la casa de los Páez de la Cádena (de tipo civil doméstico, de finales del XVII, comprada en 1851); y parte del antiguo convento de La Merced (construcción religiosa de 1625, adquirida primero a censo (1857) y luego por compra (1882) a los duques de Medina Sidonia). A estos tres inmuebles, se agregaron las bodegas y caballerizas con fachada a la calle Baños (1861).

Estas fincas constituyeron el soporte del gran recinto palaciego (6.592 m2 edificados) que no se construyó de nueva planta sino que, conservando las estructuras de los edificios preexistentes (aquí radica uno de los valores históricos del palacio), fueron unificados adaptándolos a su nueva funcionalidad, mediante alineaciones en fachadas y ampliaciones, dotando al conjunto del orientalista revestimiento exterior.